Posts Tagged ‘Covid-19’

El verdadero Diablo de mi Guarda y el inquietante demonio del deseo

“Los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad”. Sigmund Freud. 

Dedicada a todos los cínicos.  

🍒🍒🍒

 

“Mi Violetta,

No sé qué traes en tu cabecita ni porqué te sientes tan mal, tan decepcionada, tan desilusionada. Creo que el amor te pegó (again). 

Lo único que puedo decirte en este momento es que significas mucho, mucho, mucho para mí, mucho más de lo que puedas entender y de lo que puedo permitirme expresarte. Y como hombre puedo decirte, asegurarte, que significas mucho para tu franchute.  Mucho. Y de verdad que me entristece y preocupa sentirte tan vulnerable.

Los capítulos de nuestra historia fueron maravillosos. De verdad que me hacen falta. Extraño a la Pal con la que rompo la mesa del desayunador o con la que hice el amor en Luxe Fifth Avenue, o la que me amaba cuando no le daba flojera.

Esa que gritaba sin importar que las vecinas  se mojaran o la envidiaran. Esa que se despedía en la central de tren o en el aeropuerto siempre con la promesa de regresar.

Te quiero, flaca, te quiero mucho Violetta R. Schmidt

Besos

Tu Diablo

Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel”…

 

Muy despacio cerré mi computadora portátil. Pese a que hacía casi 10 años que no veía a Román Villa, cada que estaba en una encrucijada de “amor” o como en esta primera ocasión en lo que yo llamaba un “juego a dos tableros” me daba por escribirle. Sí, me daba por llamar al Diablo, contarle que “estaba con el cerebro revuelto o triste”. Nunca le daba detalles.

… Con el cerebro revuelto. Y triste. Así me hallaba ese viernes por la noche en la que un mensaje cuyo contenido único era “Diablo, me siento triste”, recibió esa vasta respuesta. Un email que me pareció realmente emotivo. Román me seguía recordando como a su Violetta. Siempre le gustó llamarme igual que al personaje que hizo famoso a Xavier Velasco. Confieso que me encantaba que el “Diablo” me llamara Violetta: Violetta R. Schmidt.

Terminé de leer (otra vez) el último párrafo del mail de Román Villa y cerré de nuevo mi Mac Book Air… Y la abrí de nuevo. Leí el mail una, dos, tres… un sinnúmero de veces… Sollozaba, suspiraba, berreaba… sonreía… le daba otro sorbo a mi copa de Château Pape Clément (no llevaba ni 4 sorbos y yo ya me sentía mareada: mi único alimento de ese día había sido un café y un bocado de tarta Normande, había tenido mucho trabajo en la oficina y ni tiempo para tomar una ensalada).

Me acomodaba la t-shirt de color rosa chicle con la firma de Calvin Klein impresa al frente, jugaba con el resorte de mi petite coulotte del mismo color y misma marca… me abrazaba yo misma… reía un poquito… le daba otro sorbo a mi tinto y empezaba a reír más fuertecito… la risa nerviosa se agudizaba cada vez más y más hasta transformarse en carcajada… Ni siquiera podía percatarme que la calefacción estaba apagada y que mis largas piernas estaban heladas. Me espiaba en el espejo de cuerpo entero que se hallaba en la habitación y veía que mis pómulos se habían ruborizado.

Mi risa era consecuencia de los recuerdos. Recordaba la primera vez que había salido con Román Villa, la primera vez  que me había besuqueado con él… aïe… el recuerdo de Román era opacado por mi tristeza de esa noche. Recordaba a quien había apodado ‘Batman’… mi enmascarado parisino, mi enmascarado de « Ciudad no Gótica… Batman.

« ¡¡¡ Hijo de su reputísima torre de Babel!!!”, pensé antes de tomar valor y dar otro sorbo a mi copa de vino tinto.

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Situaciones en las que no deben usar tangas

¡Lo sabemos! Muchas mujeres usan tanga para evitar que se marquen las costuras de las culottes. O porque les parece súper sexy… Claro, es válido (aunque a mí me parece más sexy una coulotte haute en encaje y que deje la mitad de la pompa descubierta).

En fin. En gustos se rompen géneros. Sin embargo, suerid@s, según mi ginecóloga la doctora Julieta Rosas (especialista en ginecología y obstetricia por la UNAM) me dijo que usar estas prendas durante un larrrrgo rato no es nada, nada saludable.

¿Por qué? Según mi doctora –y yo se los firmo que es cierto-, esto ocurre porque al ser el trozo de tela tan pequeño y llevarlo puesto todo el día, se corre el riesgo de que se mueva y pase del recto a la vagina. Las bacterias o posibles virus rectales pasan de un lado a otro, aumentando el riesgo de infectar la vagina o la vejiga. Este tipo de efectos secundarios aumentan cuando la ropa interior no queda perfectamente ajustada, ya sea porque es demasiado grande o muy pequeña… Oh my Dior!!!

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¿Cabello de estropajo? Tips infalibles para repararlo

Sol, arena, mar, piscina, sitios exóticos, vacaciones, paseos prolongados, bañadores sexis, bronceador, operación bikini, cuerpo perfecto… Yeahhh!!! Todos esos planes, esa operación bikini comenzaba en primavera. Las dietas, las arduas rutinas en el gym, los rituales de belleza para el cabello tras la piscina, los tratamientos y una centena de etcéteras se han convertido en solo un recuerdo a causa del contexto que vivimos actualmente. ¿En recuerdo? Sí, para muchos… Pero NO para otros, eh!

Recordemos que el mundo es de los audaces, quienes nos las arreglamos para poder vivir una vida más o menos normal. Sí, sí, con todas las medidas d ehigiene y la sana distancia. En fin. Seguimos cuidándonos, saliendo a hacer ejercicio y a hacer homenaje al cuerpo, que es el único que vamos a tener toda la vida. En serio, aplausos para la gente que se sigue cuidando y haciendo ejercicio en estos tiempos donde el acceso al gym y a las piscinas es casi nulo.

Debo confesar que soy afortunada y en mi viaje de trabajo en Marbella, España pude disfrutar de tres días de unas buenas rutinas en la piscina.  La gente encargada del lugar, puro majo. Disfruté mucho, les juro, las sesiones de piscina le hicieron muy bien a mi cuerpo…

Pero… ¿Y el cabello? Aïe, aïe, aïe… Sabemos que con la transpiración del ejercicio, el cloro de la alberca y la contaminación… Uy… Si no lo cuidamos se convirte en un estropajo o a lo más parecido a una escoba vieja… ¿Les ha pasado? De todo corazón espero que no. Y es que les confieso que a mí me pasó…

Actualmente, pese a que no voy tanto a nadar, trato de hacer ejercicio en casa… Cardio, cardio (bici, bici)… y claro que transpiro… Y si a eso le sumamos los viajes de trabajo como el de España en el que hay oportunidad de estar horas en la alberca y broncearse… Uy… una delicia… pero la factura es grande.

Y es que, les repito, la piscina contiene agua llena de cloros y agentes de limpieza de todo tipo… que si para desinfectar el agua, que si para matar al Covid, que si para que el agua se vea azul y bonita… ¡Imaginen por todo lo que pasa mi larrrrrgooo cabello! Ha habido días en los que al mirarme al espejo quisiera encontrar una crema mágica que acabe con lo esponjoso y seco de mi larga melena. Es más, quisiera que apareciera un estilista y lo cortara… Pero luego digo “¡Nooo!” Está bien que consuma cantidades industriales de shampoo y tratamientos, pero por el momento quiero seguir disfrutando de mi cabello largo (ya después, Dior dirá), así que lo que hago es seguir los 5 tips franceses para repararlo. Sí, cinco tips que los expertos de Frank Provost, una d elas cadenas de estética más famosas de Francia (les presumo que yo voy a la de París, cerca de la Opéra o a la que se halla en la ciudad de Cannes) me pasaron para reparar mi adorada melena. Aquí se los comparto:

  1. Mascarilla para el cabello. Pueden encontrarla en cualquier tienda de belleza especializada (para las lectoras que viven en el DF, el Centro Histórico es la opción) o en su centro de imagen o estética preferida. Son cremas con ingredientes naturales que hidratan nuestras melenas. Elijan una de marca profesional como L’Oréal Haute Expertise (que no es el del centro comercial, sino el que venden en tiendas especializadas) o alguna otra francesa. Yo uso una marca que se llama KERA Science Professional: “Ultra Repair”. Si tienen la fortuna de encontrarla en México, con su estilista, no lo duden y cómprenla. Les facilitará muchísimo la vida. Si no, opten por la que les recomiende su estilista o asesor de belleza. El tema es que dos veces por semana tienen que colocarla en todo el largo del cabello (bien limpio). La dejan toda la noche. ¡Sí! Así duermen. A la mañana siguiente, laven su cabello y verán la diferencia. Les juro. ¡Es magia! Sus cabelleras estarán suaves y poco a poco verán que recuperan su textura. Y por favor. ¡No se laven diario el cabello! Dos veces por semana. Maximo tres. Y basta.
  2. Crema para peinar de aguacate. Cuando nado, yo uso la marca Franck Provost, para cabello extra seco. Esta crema contiene aceite de aguacate y mantequilla de karité. Una delicia. Si no encuentran la misma en México, compren una crema para peinar de la marca de su elección, PARA CABELLO SECO o MALTRATADO. Todo funciona, solo hay que ser constantes, es como cuando hacemos una dieta. Apliquen la crema tras la ducha y peinen. ¡No usen la plancha para el cabello cuando usen la crema para peinar! Recuerden que la crema hidrata y humedece el cabello… Si lo planchan, lo van a dejar como chicharrón :S
  3. Corten las puntas.¡Sí, queridas! Ni modo. Solo que no se pasen. Que sean solo las puntas. Les ayudará a eliminar esos cabellos abiertos, a quitarle peso a la melena y por tanto, se verá más armoniosa. Eso sí, no se me vayan a desesperar y vayan a cortar un gran tramo. Recuerden que lo estamos reparando.
  4. Aceite de Argán, “le top”.Esta maravilla les va a ayudar muchísimo a la hora de transformar esa escoba en la que se ha convertido su cabello en una melena de envidia. Este tesoro natural es uno de los favoritos de los estilistas, pues suaviza el cabello, lo repara y lo protege. Es perfecto para restaurar las melenas arruinadas por exceso de contacto con el agua de piscina, de mar, exceso de tintes y productos para peinar.Úsenlo dos veces por semana y déjenlo actuar por las noches. NI SE LES OCURRA USARLO DE DÍA. Pues es UN ACEITE y al hacer contacto con el sol… Pummm!!! Se les quemaría el cabello. Es como cuando ponen aceite en una sartén. ¿Qué pasa al ponerlo a la lumbre durante mucho tiempo? Se quema. Así ocurre si untamos aceite en el cabello y salimos a pasearnos, muy lindas al sol. Así que aplíquenlo por las noches, chicas. No más de dos veces por semana.
  5. .¡No usen la plancha ni la rizadora! En serio. Dejen al cabello descansar durante un rato de esas dos herramientas de tortura. Planchar el cabello es, como lo dice Ludovine, mi estilista de Provost, “pasarle una plancha para la ropa, pese a las promesas de iones y alta tecnología”…Dejen la plancha para ocasiones especiales. Un evento importantísimo del trabajo, una cena con el galán, una fiesta de gala… Además, lucir natural es lo más chic. ¡Es lo de hoy! ¡Como las parisinas!

Chicas: estoy segura que estos tips les ayudarán a salvar su cabello. Sean constantes. Me cuentan cómo les fue. ¡Besos y cerezas! 🍒🍒 ¡Y que siga la fiesta en Marbella! (Con sana distancia) ¡Muack!

pal@paloma.life

@palomalopez.life

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Disfraces sadomasoquistas, infidelidades y grabaciones indiscretas

Hola bellezas, ¿cómo van? Espero que todo vaya mejor en Mexiquito. Aquí en Francia seguimos confinados. Todo cerrado. Además sigue el famoso cubre fuego (toque de queda): agraciadamente ya no comienza a las 18H00… Actualmente es a partir de las 19H00. Y ahora podemos «airarnos» durante el día… De cualquier forma, la vida no es la misma. Sabemos que es por nuestro bien, por el bien del país, por el bien mundial… Pero a veces es algo aburrido. Es triste ver todo cerrado y saber a nuestros seres queridos lejos.  Sin embargo el trabajo, el ejercicio y mis seres queridos hacen mi día a día. Y hablando de trabajo, les he de contar que me gracias a una misión profesional he pasado unos días en España. La destinación fue Marbella. De hecho hace pocos días que regresé. Wow, Marbella, Marbella, un paraíso en tiempos del Covid-19. Por secreto profesional no puedo contarles lo que fui a hacer, pero fue muy interesante… Y lo mejor fue que además de disfrutar de sol, arena y mar,pude gozar de restaurantes abiertos y de paso ver a una amiga muy querida y colega de trabajo, mi homologa en España, pues.

Fueron dos días de trabajo intenso. Pero tardes para disfrutar de las terrazas de café, de un poco de shopping y lo mejor, compartir con esta amiga hispana que vive en esa ciudad paraíso. Justo en mi tercer día en Marbella acompañé de shopping a mi coleguita, quien está enamoradísima. Lleva casi ya un año con su galán: un morenazo de Andalucía, ojiverde y piel bronceada. El susodicho estaba a unos días de cumplir sus 40 años.

Mi amiga se partía la cabeza, pues no sabía que comprar para su amor en turno. Después de recorrer todas las boutiques de Puerto Banus, mi amiga y yo terminamos en una Sex Shop, donde ella acabó por comprar un disfraz de enfermera con un estetoscopio de plástico en color rojo y todo.

Debo confesar que fui yo quien apoyó en su idea, pues mis tacones de amazona de la moda y el amor color rosado Long Champ ya habían hecho un recorrido bastante largo; mis pies estaban que morían por descansar. Y la verdad, soy mala para dar ideas de regalos. No tengo la paciencia ni el ojo clínico cuando se trata de regalos ajenos.

“Ándale, ay, ya llévatelo. Digo, si te gusta… ¿Qué mejor regalo que vestirte de enfermera, acá con escotazo y bata que enseña la mitad de tus atributos? Total, ni más santa ni más diabla. Es tu pareja. Ya, veo que te gusta. Llévatelo. Apareces después de la cena de cumpleaños, te disfrazas y ese será el regalo de tu amorcito. Punto. Ándale, ya tengo hambre”, le dije a mi amiga, mientras me paraba en un pie para descansar el otro, antes de intercambiar. De verdad: ¡mis pies morían!

De todos modos, de nada sirvió, pues mis piecitos lindos sufrieron un rato más… Y es que mi amiga (a quien le llamaremos Zulma, para no exponerla más)  acabó por llevarse no solo el traje de enfermera, sino que también tomó unos chones comestibles, un látigo hecho con gomitas, aceites para masajes y una rara bebida sabor melón.

“Esta bebida, señorita, se la da a tomar a su marido o amante antes de tener relaciones sexuales. Si le hace sexo oral, el esperma tendrá sabor a melón. Claro, si quiere, también hay sabor banana, fresa, frambuesa, chocolate”… el vendedor no paraba de hablar. Y mis pies seguían sin soportar los taconazos rosas que llevaba puestos. #tormento Y yo con mi tarea de pararme sobre el pie derecho para descansar el izquierdo y ¡cambio!… Ploc!

“Ya, está muy bien. Yeiiiiii!!!”, le dije a mi amiga. Les juro, yo ya no soportaba tacones. Quería aventarlos lejos, lejos.

Para no hacerles el cuento largo, al fin pasamos a la caja, mi amiga pagó sus compras, salimos del centro comercial (yo caminaba como pollito espinado, #lesjuro) y al fin llegamos al parking.

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Honor y amor a quien honor y amor merece

Dedicado también a todos los que se han ido en estos tiempos del que llamaremos «el virus, Amarse Negativo».

 

¡Mi tío Nico tenía chispa! Se enojaba, se encontentaba. Tenía unas puntadas inimaginables…  como conectar una grabadorcita minúscula con un cable de dos metros para que llegara al enchufe. Jugaba fútbol, pero fumaba, unos días lacio, otros días con unos chinitos. Siempre con una chispa. Sí, ¡mi tío Nico tenía chispa! Le decía “Chata” a su esposa, en vez de decirle “querida” o “amada”… se peleaba con mi abuelito y de rato se encontentaba. Decía que tenía que preparar 500 flanes para poderse librar de la tarea de cuidar a mi Mamá… “Jajaja, a mi mamá ya se le va el avión”, dijo un día ahogado en risa, cuando Marikita contaba una anécdota y a media historia todo se le empezó a olvidar… 

Apreciaba y quería a todos sus sobrinos, a su modo… me acuerdo que un 6 de enero llegó al patio de Bolsena 46. A la casa de los abuelos. Llegó cargando cajota de regalo… una caja inmensa.  

– “¡¿Qué es, tío? ¿Qué es?!”, – gritaban varios de mis primos con emoción. 

– ¡Nadaaa! ¡Nadaaa! – respondió muy enojado… le daba vergüenza decir que la cajota no era un regalo de Reyes. ¡Eran sus cosas! Su “Chata” lo había corrido de su casa en un arranque de ira… obvio… en unas semanas todo se arregló. Como todo.

La cajota de regalo, la grabadorcita con el cable kilométrico, sus gritos de euforia cuando le emocionaba alguna noticia… Sus sus flanes, su tienda, el gran amor por sus hijos, su sonrisa pícara… sus cantos cuando se ponía hasta las chanclas… todo eso se queda en nuestros corazones… Conmigo se enojaba, pero siempre reconoció mi empeño por querer salir adelante. Cuando era niña, bordó mi nombre en mi short de mezclilla. Me enseñó a vender gelatinas, me compró gelatinas… me enseñó a negociar, me compró dulces, se rió muchas veces conmigo, se encabronó muchas veces conmigo… nos encontentábamos, nos volvíamos a enojar, muchas veces nos dejamos de hablar, pero nunca me hizo un desprecio. Me dijo muchas veces que me admiraba… me dijo muchas veces que me esforzara…

¡Mi tío Nico tenía chispa! Que descanse tranquilo mi tío Nico, que ya está con Víctor, mi Mamita, mi Nicolás de amor y todos los que están allá.

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La niña de fuego… en realidad era de cristal

No más terrazas para echar el drink, ¿museos? Tampoco… ¿Salas de cine? Ni soñando. Ni siquiera las salitas de sillones rojos e incómodos con pantallitas retros de las que me quejaba tanto… ¡No, señores!… El Covid-19 ha puesto on hold a la vida cultural y social.

Ahora el bar es en casa, las recetas del sitio Marmiton, el Termomix, la bendición de Dior y mi sazón han sustituido a mis chefs favoritos de los restaurantes franceses en los que me deleitaba los fines de semana…

Ver una peli en casa se ha vuelto una actividad tan cotidiana que en un momento dado se convierte en una acción más agria que beber un jugo de toronja por la mañana… Las salidas entre amigos se han ido por el retrete. La incertidumbre se ríe de todos y se frota las manos… Debemos permanecer en casa. En casa. En casa para cuidarnos del virus. El orgasmo del día, señores,  es salir a la oficina. El único sitio en el que se puede socializar un poco en París, la ciudad más bella del mundo, la ciudad que actualmente deprime y llora la ausencia de mundo.

Sin embargo, los que aún tenemos capacidad de asombro, los que queremos vivir pese al Covid, seguimos haciendo de París una ciudad mágica. Seguimos honrando a la vida consintiéndola con ideas que también son mágicas.

Transformamos la casa en bar (los viernes por la noche suelo vestirme como para una cita e improviso el bar en casa, o el restaurante… a veces hasta en teatro… ),  en  cabaret, en gimnasio, en ¡cine! Sí, en cine…

Hace unos días transformamos precisamente uns parte de la casa en sala de cine de arte… No es difícil hacerlo en un gran apartamento estilo haussmanniano que tiene rinconcitos que parecen escenarios de película de Pedro Almódovar…. Fue el cuarto de planchado llamado también «el cuarto de Linda” (la señora  portuguesa que viene cada miércoles a hacer el quehacer y planchar a la casa) el que se convirtió en una sala de cine. Asientos incómodos en color rojo, pantalla retro, olor a recuerdos… Palomitas de olla y sodas en lata era lo que ofertaba la modesta dulcería que improvisamos en la chimenea del “cuarto de Linda”.

Aunque pudiese parecer extraño, el sitio me volvió loquita. La emoción y el asombro recorrieron todo mi ser. Me sentía atrapada en el pasado.

El olor a palomitas me hicieron recordar mi niñez, cuando Mi Papá me llevaba al cine y yo siempre me quedaba dormida o lloraba porque me aburría (cuando no tiraba todas las palomitas para después llorar con el objetivo de obtener otro paquete).

Sin embargo, aquel escenario viejo, semi vacío y con olor a ropa limpia perdió el protagonismo cuando las luces se apagaron. Los 10 minutos de publicidad pasaron y el filme comenzó. “La niña de fuego”, una película española de Carlos Vermut era la oferta que acudí a ver esa noche de martes.Ver la aquel drama al que Pedro Almodóvar describió como “La revelación española del siglo”y que fue aclamada en el último festival de Cannes, me emocionaba más que mis botas con punta de “ojo de pescado” en color rojo  Calvin Klein que portaba esa noche (y que causaron sensación y envidia de las mujeres que se toparon conmigo en Boulevard Haussmann).

Bien. No voy a contarles toooodala trama esta deliciosa película que se estrenó en 2014 en su país de origen y que en 2016 formó parte del festival de cine de arte extranjero en Francia. Sin embargo, para nos ser egoísta, voy a darles una probadita.

Luis (Luis Bermejo) es un profesor de literatura (culto, con muchos principios y una educación envidiable). Luis está desempleado y ha cambiado el traje de profesor respetable y pulcro por bermudas, huaraches y barba descuidada.

Su hija de 12 años, Alicia (Lucía Pollán) tiene cáncer terminal. El sueño de la pequeña es tener el vestido oficial (de diseñador) y la varita mágica (también de diseñador) de la serie japonesa de dibujos animados «Mágical Girl Yukiko”. El elevado precio de ambos accesorios (27 mil euros) llevaría a Luis a hacer cosas inimaginables por cumplir el deseo de su pequeña.

Cuando el catedrático está a punto de robar una joyería; por azares del destino conoce a Bárbara (Barbara Leni), una mujer realmente hermosa, blanca y de larga cabellera, imponente, de mirada penetrante, caminar elegante (digno de una pantera negra) y cuerpo de diosa.

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‘Doctor, tómese un café conmigo’… Cuando me enamoré de Iron Man con bata blanca

Louise Lane se enamoró del sexy y aguerrido Superman… Mary Jean cayó redondita en las redes de Spiderman… Gatúbela, pese a sus reflejos felinos y gran intelecto, adoraba al depresivo, loco, raro e intrigante Batman… Vesper y las otras chicas Bond se derretían por el dinámico James… Y así… cada superhéroe tiene su eterna enamorada.

Bellas mujeres que, pese a su independencia, autonomía, poderes femeninos, sexto sentido y demás… tienen un punto en común que las vuelve vulnerables ante sus adorados hombres: todas ellas ven en sus respectivos terroncitos de azúcar a un héroe que les salvó la vida. A ese ser que les llegó a salvar la piel en una o más ocasiones. Ese hombre viril y protector para lo que nada es imposible. Ese modelo «ideal». Y además, esas onditas del misterio, la química y las feromonas, juegan un papel realmente importante a la hora de la idealización, la cual no es propiedad exclusiva de cómics o películas de Marvel.

No, queridos. En la vida real existen muchas historias en las que se vive el efecto del «charming» del Superhéroe sobre la bella y guapa chica. ¡Les juro! Ésta no tiene que ser la típica protagonista de telenovela mexicana o venezolana… ¡En serio! Las mujeres profesionistas y profesionales que formamos parte de la vida activa, nos lucimos en tacones por la calle y nos sentimos poderosas al sacar los billetes (o la Amex… American Express… #toing!) para pagar ese fabuloso par de zapatos o esa cena entre amigas… Nosotras, quienes presumimos independencia y criticamos a las princesas de Disney (en mi caso no, al contrario, Disney y las princesas de sus cuentos me acompañaron durante mi niñez, y no me da vergüenza decirlo), nosotras, quienes conducimos solas en ciudades de alto riesgo, quienes reclamamos equidad y un largo etcétera… En fin, nosotras… Caemos, señoritas. Les juro… Caemos. Al menos, una vez… O un par de veces (hay quienes han caído decenas de veces), hemos caído, en las manos de un superhéroe, quien se convierte en nuestro ídolo, nuestro salvador y hasta amor platónico…

Sí. Lo confieso. A mí me pasó. Yo tuve un superhéroe y un enamoramiento y hasta idolatría  que duró algunas semanas… ¿Quién era mi superhéroe? El doctor que me extirpó el apéndice… #ploc Aunque no lo crean… El doctor que me operó del apéndice se convirtió en mi superhéroe… Ya era un súper héroe… Y eso que no existía aún el Covid-19. Aquí les cuento la historia:

Era el año 2013, enero justititoto…  Yo estaba en la ciudad de México, tranquila (bueno, con la adrenalina y la chispa que siempre me acompañan), trabajando. En ese tiempo trabajaba para la sociedad Yahoo! en Español, como editora en jefa de la sección de moda y editora de soft news (actualmente, sigo escribiendo para Expansión con quienes fueron mis colégas de Yahoo!, desde Francia…  Me encanta. Sorry, no podía dejar de hacer mención).

Bueno, pues era justo la mañana de la segunda semana de enero, chic@s.  Muy, muy temprano. Y yo, enfundada en un vestido muy ejecutivo en color borgogne,  con escote de infarto y tacones en color borgogne con filos dorados… Y agarrándome del chongo con una mujer en Starbucks (donde pasaba de vez en cuando por mi capuccino pecador antes de ir a la oficina)… ¿El motivo? La persona había tratado de meter la mano en mi bolso… En fin… Le dije unas cuantas cosas a la mujer, tomé mi café que ya estaba listo (y adicionado con vainilla… Yomiii) y seguí mi camino… Al salir de Starbucks y dirigirme caminando a la oficina, la cual quedaba a 4 calles de la cafetería… Comencé a sentir un dolor en el estómago que no era TE-RRI-BLE, sino lo que le sigue. Y no era precisamente el estómago, sino casi al final de lado derecho… Apenas di el primer sorbo a mi café y ¡no bueeenooo! Parecía que me habían dado un golpe con un resorte… Empecé a transpirar en frío… ¡Horrible, chic@s! Así, cañón.

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