Disfraces sadomasoquistas, infidelidades y grabaciones indiscretas

Hola bellezas, ¿cómo van? Espero que todo vaya mejor en Mexiquito. Aquí en Francia seguimos confinados. Todo cerrado. Además sigue el famoso cubre fuego (toque de queda): agraciadamente ya no comienza a las 18H00… Actualmente es a partir de las 19H00. Y ahora podemos «airarnos» durante el día… De cualquier forma, la vida no es la misma. Sabemos que es por nuestro bien, por el bien del país, por el bien mundial… Pero a veces es algo aburrido. Es triste ver todo cerrado y saber a nuestros seres queridos lejos.  Sin embargo el trabajo, el ejercicio y mis seres queridos hacen mi día a día. Y hablando de trabajo, les he de contar que me gracias a una misión profesional he pasado unos días en España. La destinación fue Marbella. De hecho hace pocos días que regresé. Wow, Marbella, Marbella, un paraíso en tiempos del Covid-19. Por secreto profesional no puedo contarles lo que fui a hacer, pero fue muy interesante… Y lo mejor fue que además de disfrutar de sol, arena y mar,pude gozar de restaurantes abiertos y de paso ver a una amiga muy querida y colega de trabajo, mi homologa en España, pues.

Fueron dos días de trabajo intenso. Pero tardes para disfrutar de las terrazas de café, de un poco de shopping y lo mejor, compartir con esta amiga hispana que vive en esa ciudad paraíso. Justo en mi tercer día en Marbella acompañé de shopping a mi coleguita, quien está enamoradísima. Lleva casi ya un año con su galán: un morenazo de Andalucía, ojiverde y piel bronceada. El susodicho estaba a unos días de cumplir sus 40 años.

Mi amiga se partía la cabeza, pues no sabía que comprar para su amor en turno. Después de recorrer todas las boutiques de Puerto Banus, mi amiga y yo terminamos en una Sex Shop, donde ella acabó por comprar un disfraz de enfermera con un estetoscopio de plástico en color rojo y todo.

Debo confesar que fui yo quien apoyó en su idea, pues mis tacones de amazona de la moda y el amor color rosado Long Champ ya habían hecho un recorrido bastante largo; mis pies estaban que morían por descansar. Y la verdad, soy mala para dar ideas de regalos. No tengo la paciencia ni el ojo clínico cuando se trata de regalos ajenos.

“Ándale, ay, ya llévatelo. Digo, si te gusta… ¿Qué mejor regalo que vestirte de enfermera, acá con escotazo y bata que enseña la mitad de tus atributos? Total, ni más santa ni más diabla. Es tu pareja. Ya, veo que te gusta. Llévatelo. Apareces después de la cena de cumpleaños, te disfrazas y ese será el regalo de tu amorcito. Punto. Ándale, ya tengo hambre”, le dije a mi amiga, mientras me paraba en un pie para descansar el otro, antes de intercambiar. De verdad: ¡mis pies morían!

De todos modos, de nada sirvió, pues mis piecitos lindos sufrieron un rato más… Y es que mi amiga (a quien le llamaremos Zulma, para no exponerla más)  acabó por llevarse no solo el traje de enfermera, sino que también tomó unos chones comestibles, un látigo hecho con gomitas, aceites para masajes y una rara bebida sabor melón.

“Esta bebida, señorita, se la da a tomar a su marido o amante antes de tener relaciones sexuales. Si le hace sexo oral, el esperma tendrá sabor a melón. Claro, si quiere, también hay sabor banana, fresa, frambuesa, chocolate”… el vendedor no paraba de hablar. Y mis pies seguían sin soportar los taconazos rosas que llevaba puestos. #tormento Y yo con mi tarea de pararme sobre el pie derecho para descansar el izquierdo y ¡cambio!… Ploc!

“Ya, está muy bien. Yeiiiiii!!!”, le dije a mi amiga. Les juro, yo ya no soportaba tacones. Quería aventarlos lejos, lejos.

Para no hacerles el cuento largo, al fin pasamos a la caja, mi amiga pagó sus compras, salimos del centro comercial (yo caminaba como pollito espinado, #lesjuro) y al fin llegamos al parking.

Una vez que mi aiga me dejó en mi hotel (Puente Romano) y me despojé de mis tacones, preparé el baño con sales relajantes, una buena copa de vino al borde de la tina, iPad al borde del lavado con música deli… Me sumergí al agua y Ploc! Mi iPad sonaba. Se trataba del sonido de Face Time!!! Oh la vache!!! #diriánlosfranceses Saqué la cabeza del agua y alcancé una toalla para secarme las manos, estiré el brazo izquierdo y con un movimiento estratégico tomé el iPad. Mi cuerpo quedó sumergido en el agua espumosa y así logré contentar la video llamada. ¡A cara lavada y cuerpo vestido de espuma!

– Allô? – dije un poco aturdida.

“Pal, Gael me encontró los disfraces y pensó que le estaba siendo infiel y que me había comprado esos atuendos para mi amante”, dijo mi amiga. Ella estaba histérica.

En seguida, me pidió que si podía pasarme a su chico para que yo le explicara que todo se trataba de un regalo navideño, de una sorpresa para él.

-Zulma, cariño. No puedo hacer eso. Una vez me metí en problemas, precisamente por disfraces sexis”, – le respondí.

Sin embargo, mi amiga, necia (por algo es mi amiga), insistió en pasarme a Gael, su chico, para que yo hablara con él. Mi baño relajante fue interrumpido, pero hice lo propio. (Sí, seguía con el cuerpo adentro de la tina y la cara mojada y con cabello con espuma por todas partes… aïe).

Finalmente todo salió bien. Gael muy contento de verme en Face Time y escucharme decir que su amada le preparaba una sorpresa de cumple, quedó tranquilo…

De rato, ya con una copa de Chablis encima, comencé a recordar la primera ocasión que me vi inmiscuida en líos de disfraces, parejas y hasta de infidelidades. ¿Les cuento?

Bien, pues resulta que en el año 2012, cuando yo tenía una relación que ya estaba en el umbral del ocaso (peleas por todo, aburrimiento, cero compatibilidad y muchos etcéteras) con un chico con quien llevaba más de un año, mi obsesión por no perder esa relación que ya no valía la pena me hizo cometer muchas locuras. Tanto mi ahora ex novio como yo, estábamos hartos el uno del otro, pero el orgullo Paloma López y la obsesión que tenía en esos tiempos por formalizar una relación (debido a presiones familiares), me hacían permanecer a toda costa en un noviazgo que ya no tenía ni pies ni cabeza. El objetivo de conservar aquel noviazgo desabrido por no ser presa del “qué dirán”… se convirtió en obsesión.

Comencé a espiar a mi entonces novio, a llamarlo más de 20 veces al día. Y charros… ¡Se me volteó el chirrión! Pues el chico acabó por rehuirme En esa ocasión, de diva perseguida, me convertí en cazadora (horrorrrrrr!!!). Era tal el punto que hasta creía que el pobre hombre me era infiel. Un día, le hallé entre sus cosas una tanga de color negra ¡de hombre! y creía que le pertenecía a su amante… ¡Sí, chic@s! Llegué a pensar que ese ex me engañaba con un hombre… Y no, la tanga era de él…El chico se la había comprado para posar frente al espejo y ver su progreso en el gym #horror #horror #horror #quépapelón

Bueno, pues justo en esos tiempos, en los que yo trataba de descubrir el hilo negro y saber si Sergio (sí, así se llamaba mi ex) me engañaba, me reencontré con un ex colega de trabajo, un chico al que le vamos a llamar Gilberto.

Gilberto es diseñador gráfico. Y yo lo había conocido en un periódico de una famosa editorial mexicana para el que trabajé una gran y deliciosa temporada (desafortunadamente el periódico cerró y, obvio, todos los integrantes nos incorporamos a otros medios de comunicación).

Bien, pues después de no ver aGilberto durante unos tres años (y de hecho, les confieso que cuando trabajamos juntos, NUNCA fuimos amigos, solo colegas que se daban el saludo), Gilberto me envió una invitación de amistad vía Facebook, misma que acepté. Ya saben, en Facebook todos somos “cuates” de todos, aunque no nos conozcamos…Total, que acepté a Gilberto como amigo. Muy lindo, comenzó a saludarme y me dijo que siempre me había admirado por mi trabajo como periodista y por mi imagen pulcra.

“Sobre todo, por esa forma de vestirte, de traer siempre las uñas impecables, maquillaje natural y más por sacarle la sopa a todo mundo en las entrevistas. Por desenmascarar a la gente con una buena charla de café acompañada de una grabadora”, me dijo.

Yo, muy educada, agradecí los comentarios de Gil, quien me pidió mi número de teléfono… Y por ser educada y amable, obvio, se lo di. Y es que como siempre, yo estaba metidísima en la chamba (y en esa ocasión, también andaba ocupadísima en andar vigilando a Sergio) que no puse atención ni en qué momento le di mi número a Gilberto.

El tema, chic@s, es que justo a la semana, justo cuando yo estaba precisamente en un centro comercial, el chico (a quienes los colegas del medio le apodaban “Ernesto el Vampiro”), me llamó por teléfono. Yo discutía con Sergio, mi entonces “galán”.

-¿Hola? – respondí al llamado.

– Pal, ¡holaaaaaa!, ¿cómo estás? – me dijo con una voz digna de presentador de concursos (¡Qué Marco Antonio Regil ni que nada!).

– Bien, ¿Y tú? – dije un poco aturdida

– Bien, bien. Mira, iré al grano. Fíjate que te llamo porque sé que eres una chica muy chic, a la que le encanta lucir uñas padres, cabello a la línea, todo bien, bien. Y bueno… Eso ya te lo había dicho, así que… Pues, al grano… ¡Creo qué mi futura esposa me engaña!

– ¿Y eso qué tiene que ver con mis uñas y así? – respondí mientras le daba una mordida a un chocolate que acababa de sacar de mi bolso.

– Pues mira, pal. Es que mi chava es estilista. Tiene su negocio en la colonia Condesa. Y pues la neta, quisiera ver si puedes ayudarme. Mira, por favor, te lo ruego, se trata de mi futuro. Por favor.

– ¿Y yo qué hago? – dije desconcertada.

– Pues se trata de que hagas una cita con ella, para manicura, pedicura, corte de cabello, tratamientos. Yo pago todo, neta. El chiste es que te tomes muchas horas para hacerte todo lo que quieras. Y bueno, el tema aquí es que trates de sacarle la sopa a mi mujer para ver si es infiel. Es que, mira, estoy desesperado. Juro que yo te pago todos los servicios que te hagas en la estética.

– Pero, yo tengo un sitio al que voy para mis cuidados estéticos y estoy muy a gusto. Y, o sea, ¡no! ¡Yo no haría eso! – dije sin dejar de saborear el chocolate que me comía (mmmm… tenía trocitos de caramelo, yomi!).

– Pallll, por favor. Es que, mira, neta. ¡¡¡Le encontré UNOS DISFRACESSSSS EN SU CAJÓN!!!

– ¿Disfraces?

– ¡Sí! Pero son disfraces que no son convencionales. Son disfraces sadomasoquistas. Tenía uno de una policía, otro de enfermera, unas cadenas. Calzones con orificios donde no debe haber, brassieres que no cubren nada….

– Ya, ya. O.K. O.K. Ya escuché bastante – interrumpí a Gilberto sin quitarle la mirada a mi entonces novio, quien observaba juegos de video en el centro comercial en el que nos hallábamos.

– ¡Pal, ándale, amiga! – me insistía Gilberto.

– Ay, Gil, pero es que eso no. ¿Yo qué me voy a meter en esos líos? Además trabajo toda la semana, voy al gym y tengo otras cosas qué hacer. Y unos problemas – dije cansada.

– Pues yo te ayudo. Anda, amiga – me decía quién jamás en mi vida había sido mi amigo. O sea, les digo, chic@s, cuando trabajamos en la misma empresa, Gilberto y yo solo nos saludábamos.

– Llámame el martes onda 3pm. Es la hora a la que regularmente salgo a comer. Y ya me cuentas bien – terminé por decir.

– ¡Sale, Pal, mil gracias! – dijo antes de despedirse.

Obvio que la llamada de Gil me causó una batalla campal con Sergio, pues no quise contarle mi conversación… Toinggg!!!

El día indicado llegó y Gilberto me llamó. Fueron dos horas las que duró nuestra conversación. ¡Y no por teléfono! Sino en vivo. Resulta que Gil llamó esa mañana para pdirme que por el amor de Dios comiéramos juntos. Obvio, acepté por buena ondita. Después de todo, no tenía de malo comer con un antiguo colega. La cita fue en un restaurante francés ubicado en la colonia Polanco.

Durante la comida, el chico, quien como ya les dije, es diseñador gráfico, me contó que llevaba viviendo con Magda (así le llamaremos a su chica) dos años. Me dijo que la adoraba pese a que “no era su tipo”. #sepasó #pelado

“La amo, pero es que mira. Estaba a punto de darle el anillo. Buscaba un escondite, cuando hallé los disfraces sexosos. Luego, cuando le marco a su estética, se escucha agitada, nerviosa.Pal, te juro, conmigo nunca ha sido una mujer totalmente sexual, nunca ha usado esos disfraces que le hallé en su cajón”, me dijo Gil, quien transpiraba a chorros. Su camisa, empapada, lo delataba. Ploc!!!

– ¿Pero por qué me pides ese favor a mí? O sea, de ir a hacerme unos tratamientos y la manicura y así. Digo, puedes pedírselo a otra persona, Gil – dije antes de pedir la segunda copa de vino tinto al mesero.

– Pues porque eres periodista, discreta, chic. Eres de las personas que va a ese tipo de estéticas. Eres el target. Ándale, Pal. ¿A poco tú no espiarías a tu chavo si te quisieras casar y vieras que hay algo raro?”

– “¡Uyyyy, Gil! ¡Si supieras! – dije una vez que tuve mi segunda copa en la mano, misma que me tomé como Boing… Y de ahí se me soltó la lengua.

Comencé a contar que sospechaba que mi en ese entonces novio, Sergio, me era infiel. Que andaba raro, que su mamá me odiaba… No, bueeeeenooo. Gil y yo acabamos llorando juntos y poniéndonos de acuerdo para espiar a nuestras respectivas parejas.

Sí, amigos estilosos, perdí el estilo. Y acepté ir a hacerme la manicura, la pedicura y un tratamiento facial para hacerme amiga de Magda y ver si le sacaba el tema de “infidelidades y disfraces”.

Y claro, Gil hizo su parte. Se hizo de un trajecito color café en una tienda ubicada dentro del metro Chapultepec, se armó con una maletita en color negro y se comunicó con Sergio para hacer una cita en su trabajo. El pretexto que usó fue presentarse como agente de créditos de Casas. En ese entonces, Sergio estaba arruinado, pues su mamá le había quitado lana, coche, depa, tarjetas (el típico junior castigado) y para acabarla, estaba en el buró de crédito. Así que al recibir la llamada de Gilberto, quien se hizo llamar “Juan Rosales”, y le ofrecía un crédito para comprar una casa, Sergio aceptó.La cita se hizo y la primera pregunta que Gil le hizo a Sergio, (después de sacar unas fotocopias con el logo de una inmobiliaria mexicana) fue si tenía pareja y si tenía planeado casarse y construir un futuro.

Sergio, dijo que “no”. Que sí salía con alguien, peor que no había nada de serio y que ni planes de casarse. Cuando escuché la grabación (porque Gil grabó todo con su iPhone) casi muero. Al otro día que vi a Sergio, lo recibí con unos cabronazos… Pa’ que suene más fino, con dos cachetadones bien puestos. #esverídico #palabradefashionista. Así fue cómo inició formalmente el termino de nuestra relación (la ruptura formal, formal, fue dos meses después).

En tanto a mi investigación… Ploc!!! El día indicado llegó. Acudí a la cita en la estética ubicada en la colonia Condesa. Sí, fui a la estética de Magda, quien, no es por nada, pero trabaja que, ¡qué bárbara! ¡Pocas como ella! (Lástima que después del desmadre que se armó no pude volver. Ahorita les cuento).

Bien, pues resulta que ese día, mi cita era precisamente con Magda. No, no acepté que me atendiera otra persona que no fuera la propietaria del negocio. (Digo, ese era el plan). Gilberto insistió en depositarme el dinero de los tratamientos, pero yo le dije que después veríamos ese asunto. De cualquier forma, él ya había tenido que comprar un trajecito color café, sacar copias y perder un día laboral para hacerse pasar por trabajador de una inmobiliaria. Pfff… Además, ¿cómo iba a cobrarle mi manicura, mi pedicura y tratamientos faciales? Digo… No.

De cualquier forma, Gil y yo nos vimos justo en la esquina de la calle en la que se ubica la estética de Magda (par de tontis). Cuando Gil me vio llegar, me saludó con emoción, de abrazo y doble beso, como los franceses, lol. Después, me recordó todo el plan.

Durante mi sesión de belleza, debía ganarme la confianza de la pareja de mi nuevo “amigo”, sacar el tema de las relaciones de amor, infidelidades y tratar de averiguar si ella le era infiel y, además, sadomasoquista.

Para no hacer esta historia más larga, chicos. Les cuento que Magda me recibió muy bien. Atentísima, me sirvió un Nespresso, me preparó agua calientita para la pedicura, mientras me hacía un tratamiento facial.

Justo cuando comenzó con la pedicura, llamé a Sergio (a propósito), para preguntarle en dónde estaba. Les juro, yo toda villanaza. Obvio que en esa llamada, mi galán en turno y yo nos peleamos y lo envié a Chihuahua a un baile, sin boleto de regreso.

– ¿Todo bien? – me preguntó Magda, intrigada.

– No, sinceramente no. Perdón por contarte esto, peor ya no puedo más. ¿Te puedo contar? – dije mientras hacía ojitos de Bambi.

– Claro, corazón- dijo Magda.

“Bingo, el show acaba de comenzar!, pensé… Y entonces comencé a contarle a la amable estilista y novia de Gil, que sospechaba que mi novio me engañaba, que lo notaba raro, que cada que le marcaba lo escuchaba agitado y que él nunca me marcaba. Que sentía que había perdido el interés en la relación y que le había encontrado unas tangas entre sus cosas un día que abrí su mochila para sacar unas pastillitas de menta. Sinceramente, no me costó relatarle todo a Magda, sinceramente, nada era falso.

“Ay, no, chula. Mira, debes confiar en tu hombre. No sé, entre más lo llame, entre más lo hostigues, más lo vas a fastidiar y realmente va a volverse infiel. Eso fue lo que a mí me pasó”, dijo Magda, quien se hallaba colocando la primera capa de barniz sobre las uñas de mi pie derecho. Oh my Dior!!! Realmente, la chica era infiel.

Rápidamente, tal como había quedado con Gil, tomé mi iPhone e hice como que jugaba con él, pero en realidad activé la grabadora. Claro, para registrar la conversación con Magda.

“No, bueno. Es que, mira. Mi novio, es muy posesivo. Mira, es más, hoy me ha marcado 16 veces. Me checa cada rato. Ya me tiene harta. Todo comenzó hace un tiempo, cuando yo me portaba bien. Acabó por asfixiarme, y la neta, un día salí con el dueño de la pastelería que está a dos calles. Y aquí entre nos, le gusta la onda de disfraces, que si la enfermera cachonda, que si la aeromoza sexi, que si la Caperucita precoz, que si las cadenas y los trancazos con látigos… Que si la Batichica… La verdad nos la empezamos a pasar muy bien. Y es que Gil, así se llama mi novio, ya es bien aburrido, aparte, siempre anda preocupado por su economía. Muy diseñador gráfico, pero a mí me va mejor con mi negocio. Su sueldo, así todo chiquito, jeje”, Magda hablaba y hablaba sin parar.

La que paré fue yo, pero la grabadora. Y es que reaccioné de repente. ¿En qué momento me había metido en esas babosadas? ¿Por qué iba a grabar a la gente sin avisarle? Eso no se hace. O sea, ¡no! #regladeoro Y menos iba a exponer a una persona que era mujer, igual que yo (y ni aunque hubiera sido hombre). Después de todo, una desconocida estaba confiando en mí.

Borré la grabación y continué charlando con Magda.

“Y mira amiga”, dijo antes de preguntar mi nombre. Obvio que le di uno falso. Le dije que me llamaba Pamela y que trabajaba como publicista.

– Bueno, pues mira, Pamela – continuó. – Pues sí era divertido eso de los disfraces y las nalgadas. Todo el rollito de los juegos sexuales, pero finalmente, yo amo a mi pareja, aunque sea celoso. Un día me encontró los disfraces y se me armó. Tuve que decirle que todo era para darle una sorpresa. Tardó casi un mes en creerme. Hasta se fue a vivir con su mamá casi tres semanas, pero volvió y ya. Ahorita, me cree, las cosas medio están arreglándose, pero sus celos y sus llamadas son las que me matan. Yo ya aprendí la lección y no voy a andar de cachonda, ni de infiel. Pero este hombre, ay Gil, no deja sus celos.

Les juro, chicos, que casi me da un ataque de risa de nervios. Pues que Dior me perdone, pero pensé en Gil y su disfraz de agente inmobiliario en color café, en los disfraces sexis, en Sergio y su ilusión de crédito para comprar una casa y en todas las babosadas que andábamos haciendo Gil y yo, gracias a la inseguridad y los celos. No sé cómo, pero logré aguantarme la risa.

Una vez que Magda terminó de realizar su trabajo, nos despedimos, muy padre. Yo estaba realmente encantada con su trabajo. Y sinceramente, la chica me había caído incre. No podía traicionarla.

Apenas me había subido al carro, cuando mi iPhone comenzó a sonar. Era Gil.

“Amiga, amiga, ¿qué pasó? ¿Qué te dijo Magda? ¿Es infiel? Amiga, las grabaciones, ándale, quiero escuchar as grabaciones. ¿Qu

é te dijo? ¿Nos vemos mañana afuera de tu trabajo para escuchar las grabaciones? Anda, dime dónde queda tu trabajo y nos vemos”, me insistía.

Le dije a Gil que estaba a punto de manejar, que no había habido nada fuera de lo normal, que podía despreocuparse y que podía seguir con su plan de boda. Que tenía una mujer excelente. Colgué, apagué el celular y me dirigí al gym.

Pasaron uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y muchossss días… Y las llamadas de Gil no paraban.

“Amiga, las grabaciones… Amiga, ándale, las grabaciones. ¿Sí me es infiel? ¿Sí se disfraza? Ándale, las grabaciones”.

Era cuento de nunca acabar. Yo repetía lo mismo. Le decía  Gil que su chica era un pan de Dios y que nunca había sido infiel. ¿Respecto a las grabaciones? Le dije que había olvidado apretar el botón de la grabadora del iPhone (de cualquier forma, como ya les dije, chic@s, borré los pocos minutos que grabé, por remordimiento y ética).

“Gil, neta, no tengo nada de grabaciones. Y tu chica no es infiel. Ya, dale el anillo y sean felices. Mira, es una linda persona, ya no seas inseguro”, yo le decía.

El chico no quedaba contento nunca. A fuerzas quería escuchar que la historia de los disfraces candentes, las infidelidades y las grabaciones existían. Pfff!!!

– ¡Ya dime la verdad, o si no le voy a marcar a tu novio y le voy a decir que no trabajo para una pinche inmobiliaria!” – dijo un día, desesperado.

¡No me vuelvas a subir la voz. Ni una rayita, cabrón! ¡Y ándale, márcale, márcale a mi novio, maricón. Peor no te voy a decir lo que quieres escuchar. Si quieres hacerte historietas, hazlas tú solo. ¡Yo no voy a manchar la imagen de una persona que conocí y a la que no le vi nada de malo!”, grité antes de colgar y bloquear el número de “Ernesto el Vampiro”.

Pasaron unos días y necesitaba ir a arreglarme las uña, y justo Betty, la chica que me hacía la manicura en México, estaba de vacaciones. Entonces, la dueña de la estética me dijo que podía atenderme otra chica nueva que había. Acepté, pues me urgía hacerme la manicura y la pedicura.

Acudí al sitio y les juro… ¡De telenovela! La estilista era Magda, quien me recibió muy linda. A mí al conciencia me remordía terrible, pese a que nunca haya soltado la sopa.

Charlamos como si nada. Justo terminaba de colocar un barniz rojo en las uñas de mis pies, cuando Gilberto entró a la estética, la cual NO era la estética de Magda, sino a la que yo iba siempre y a la que Magda acababa de entrar a trabajar los fines de semana para aprender cosillas que le faltaban para reforzar su talento.

-¡No, no, no, no!-, gritó Gil como personaje de telenovela mexicana.- ¿Qué haces aquí? Ya, ¿por qué quieres arruinar mi relación, déjame vivir esto, es mi momento, voy a casarme con esta mujer y nadie va a impedirlo! ¡DÉ-JA-ME VI-VIRRRR ESTOOOOO!

La revista Glamour que tenía en mis manos se me cayó. La dueña del estudio de belleza apareció y llamó a una patrulla, Gil gritaba que no quería que le destruyeran su matrimonio. Magda estaba sin habla y todos los clientes y empleados del lugar nos miraban.

– ¡Dé-jame vivirrrrrr estooo! – seguía gritando Gil, a quien Magda comenzó a cachetear.

“Viri, tengo que irme”, le dije a la dueña de la estética, quien muy avergonzada me dio unas chanclas color blanco de fomi.

“Yuli, recuerdo de mis XV años”, era el impreso que tenían las cero estilosas sandalías #horror #lapena #hastaenlasmejoresestéticas #myfashionwasbroken

  • Flaquita, perdón, es que no tengo nada para que te lleves puesto y no quiero que te arruines las uñas. Por fas, no vayas a tomar en cuenta este detallito e las chanclas. Son nuevecitas, pero es que no quiero que se te arruine el barniz – me dijo, sin observar a Gilberto quien seguía gritando, pese a que se lo habían llevado al cuartito de masajes, donde los chicos de seguridad del lugar lo detenían.

Viri, la dueña del establecimiento no quiso cobrarme por el servicio de ese día. Estaba realmente avergonzada.

A las pocas horas, sonó mi teléfono celular. Yo estaba por ir a nadar.

“¿Pal? Soy Magda, quiero ofrecerte una disculpa”…

Quien acabó ofertando una disculpa, fui yo. Le dije a Magda que lo lamentaba, que nunca quise lastimarla ni ocasionar desastres de tal tipo. Ella insistió en que el que estaba mal de la cabecita era su futuro esposo (sí, ya le había dado el anillo). Supé que ese mismo día, Magda renunció al estudio de belleza de Polanco.

A la semana siguiente, pedí el cambio de número de celular y claro, desde el día del incidente, bloqué a Gil de Facebook, Twitter y etcétera, etcétera.

De cualquier forma, nunca volvió a molestarme, pues al parecer, la dueña de la estética de Polanco hizo que lo detuvieran y estuvo en la delegación unas horas. #quéfuerte

Nunca supe si se casó, si no se casó, si se unió a los juegos de disfraces, si intentó seguir espiando a Magda… Si llamó al que era mi novio en ese entonces…

Lo que sí sé es que en situaciones amorosas ajenas, no hay que meterse y que a la hora de ir a comprar regalos con amigas, es mejor usar flats o tenis fashionistas, pues si llevo taconazos de diseñador, lo más seguro es que me canse y acabe sugiriendo regalos poco ad hoc para sus galanes. De hecho, ahora que las boutiques vuelvan a abrir en París, para hacer shopping llevaré mis Convers y recomendaré a mis amigas, que regalen perfumes franceses.

¿Y ustedes, chic@s? ¿Qué regalos han hecho a sus parejas? Espero que nada de látigos, ni grabadoras, ni disfraces. ¡Déjenme sus comentarios! Besos y cerezas. Muack!!!

@palomalopez.life

 

pal@paloma.life

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