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El hombre perfecto no es como los tacones perfectos

Dicen que de la vista nace el amor. Para prueba los zapatos color melón que compré hace unos días. Desde que los vi en el escaparate, me volvieron loquita, loquita. Me los medí y comprobé que mis pies  se sintieron increíbles dentro de ese par de dulcecitos color melocotón. Cuando caminé… Ufff… De lujo!!! En serio, me enamoré de ellos y me los llevé a casa. Puede ser que no sean a gusto de todo el mundo. Pero, van perfectos conmigo. Me hacen sentir bien, fashion, especial.

“¿Y con qué los vasa combinar? Nunca te he visto vestida de color melón”, fue lo que me dijo una de mis amigas cuando le mostré mis nuevos ‘dulcecitos’.

Buenoooo, pues con un vestido negro, blanco… Con un outfit que contraste. Los contrastes son lo mejor”, dije. Y de hecho, así fue. El día que usé esas linduras, fue con un vestido negro. Una combinación de la que me sentí orgullosa.

No ocurrió lo mismo con un par de zapatos que compré hace tiempo porque me encantó. Un par de sandalias con tacón de aguja con las que caminar es una proeza. Les juro… Son unas botas hermosas, de 16 cms. de altura y que llaman la atención y son la envidia de toda fashionista… Pero que no son para mí… Pues lejos de hacer una entrada espectacular al sitio al que llego cuando las uso, lo que hago es un ridículo enorme, pues me cuesta trabajo caminar. Sí, chicas, lo juro, camino como pollito astillado. Oh my Dior!!! Y siempre acabo acentuándolos y caminando descalza… yes, a pies desnudos por las calles de París.  

En cambio, mis zapatos color melón, también con tacón de aguja de 7cms de altura, superfashionistas y femeninos, son para mí la onda de las ondas. Al usarlos me siento bien, a gusto, camino cual modelo en pasarela. Muy orgullosa y muy a gusto de mi elección. Es uno de los pares de zapatos con los que me llevo incre… Son ideales para mí. ¡ME TRATAN BIEN! Los zapatos que me maltratan… Estarán geniales, pero… Sinceramente, los acabo gaurdando en un cajón… Ploc!

Ustedes se han de preguntar que por qué les hablo de zapatos y tacones y colores…. Que por qué hablo de sentirse a gusto, de sentirse mal, de sentirse orgullosa… Bien, para los que ya me conocen, no es novedad que los zapatos son una de mis grandes pasiones, más si se trata de tacones… Y para los que no lo sabían, pues se están enterando.

Y siendo  de mis grandes  placeres y pasiones como fashionista, creo que no les sonará raro si les cuento que hace poco comparé la historia de mis zapatos con el hombre perfecto.

Lamento decirles, queridas, que a diferencia de los tacones perfectos, el hombre perfecto no existe… Ploc! Todos los hombres tienen defectos, manías y cosas biennnn raritas (igual que nosotras las mujeres). Claro que todos los hombres también tienen hermosas cualidades.

Hay los que se caen de buenotes. Sí, esos hombres atléticos, poseedores de nalgas perfectas, ojos hermosos y espaldas dignas de campeonato de natación.

Hay quienes además de estar buenotes y guapos, son buenísimos en la profesión que ejercen.

Les juro: hay muchísimos tan atractivos como el guapo Christian Grey, como  Brad Pitt, como George Clooney… Hay hombres tan increíbles con las letras como lo fue Gabriel García Márquez, o tan buenos para contar historias como Xavier Velasco… ‘Hay de todo en la viña del señor’, dice el famoso dicho.

Sin embargo, nada nos garantiza que el hombre más guapo, que el hombre de mirar verde o azul, que el hombre más rico, que el más inteligente que el más nalgón, que el barbado, rubio y exitoso, que el hombre que nos vendieron nuestras amigas, nuestras madres y nuestra sociedad sea el príncipe azul… No, señoritas.

El hecho de que un hombre sea perfecto físicamente, que tenga sangre extranjera o una cuenta bancaria en cada país, no garantiza que es el que nos va a hacer felices. El príncipe azul no es precisamente aquel de ojos azules y chequera dorada en el bolsillo –claro que hay excepciones, claro que las hay-, el príncipe azul debe ser como un hermoso espejo.

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El verdadero Diablo de mi Guarda y el inquietante demonio del deseo

“Los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad”. Sigmund Freud. 

Dedicada a todos los cínicos.  

🍒🍒🍒

 

“Mi Violetta,

No sé qué traes en tu cabecita ni porqué te sientes tan mal, tan decepcionada, tan desilusionada. Creo que el amor te pegó (again). 

Lo único que puedo decirte en este momento es que significas mucho, mucho, mucho para mí, mucho más de lo que puedas entender y de lo que puedo permitirme expresarte. Y como hombre puedo decirte, asegurarte, que significas mucho para tu franchute.  Mucho. Y de verdad que me entristece y preocupa sentirte tan vulnerable.

Los capítulos de nuestra historia fueron maravillosos. De verdad que me hacen falta. Extraño a la Pal con la que rompo la mesa del desayunador o con la que hice el amor en Luxe Fifth Avenue, o la que me amaba cuando no le daba flojera.

Esa que gritaba sin importar que las vecinas  se mojaran o la envidiaran. Esa que se despedía en la central de tren o en el aeropuerto siempre con la promesa de regresar.

Te quiero, flaca, te quiero mucho Violetta R. Schmidt

Besos

Tu Diablo

Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel”…

 

Muy despacio cerré mi computadora portátil. Pese a que hacía casi 10 años que no veía a Román Villa, cada que estaba en una encrucijada de “amor” o como en esta primera ocasión en lo que yo llamaba un “juego a dos tableros” me daba por escribirle. Sí, me daba por llamar al Diablo, contarle que “estaba con el cerebro revuelto o triste”. Nunca le daba detalles.

… Con el cerebro revuelto. Y triste. Así me hallaba ese viernes por la noche en la que un mensaje cuyo contenido único era “Diablo, me siento triste”, recibió esa vasta respuesta. Un email que me pareció realmente emotivo. Román me seguía recordando como a su Violetta. Siempre le gustó llamarme igual que al personaje que hizo famoso a Xavier Velasco. Confieso que me encantaba que el “Diablo” me llamara Violetta: Violetta R. Schmidt.

Terminé de leer (otra vez) el último párrafo del mail de Román Villa y cerré de nuevo mi Mac Book Air… Y la abrí de nuevo. Leí el mail una, dos, tres… un sinnúmero de veces… Sollozaba, suspiraba, berreaba… sonreía… le daba otro sorbo a mi copa de Château Pape Clément (no llevaba ni 4 sorbos y yo ya me sentía mareada: mi único alimento de ese día había sido un café y un bocado de tarta Normande, había tenido mucho trabajo en la oficina y ni tiempo para tomar una ensalada).

Me acomodaba la t-shirt de color rosa chicle con la firma de Calvin Klein impresa al frente, jugaba con el resorte de mi petite coulotte del mismo color y misma marca… me abrazaba yo misma… reía un poquito… le daba otro sorbo a mi tinto y empezaba a reír más fuertecito… la risa nerviosa se agudizaba cada vez más y más hasta transformarse en carcajada… Ni siquiera podía percatarme que la calefacción estaba apagada y que mis largas piernas estaban heladas. Me espiaba en el espejo de cuerpo entero que se hallaba en la habitación y veía que mis pómulos se habían ruborizado.

Mi risa era consecuencia de los recuerdos. Recordaba la primera vez que había salido con Román Villa, la primera vez  que me había besuqueado con él… aïe… el recuerdo de Román era opacado por mi tristeza de esa noche. Recordaba a quien había apodado ‘Batman’… mi enmascarado parisino, mi enmascarado de « Ciudad no Gótica… Batman.

« ¡¡¡ Hijo de su reputísima torre de Babel!!!”, pensé antes de tomar valor y dar otro sorbo a mi copa de vino tinto.

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El candente Grey de E.L. James y el loco que supera la ficción

No soy ultra fan de 50 sombras de Grey. Admiro el éxito de E.L. James y confieso que pasé un momento muy divertido y agradable cuando en su momento, fui al cine con un galán para ver la historia que Universal Pictures llevó al cine.

Sin embargo, no me fanaticé. Pero por azares de la vida y el destino, convivo con muchos hombres y… De todos los que frecuento, ninguno se perdió la peli. Y ahora con el confinamiento a causa del COVID-19, esos hombres reviven las pelis de Grey en Netflix. #ploc

NINGUNO ha dejado de revivir las pelis… Y todos, ¡lo juro!, se emocionan cuando escuchan el soundtrack de la peli o ven que ya está la publicidad de “Grey”, el libro en el que cuenta el pasado de Christian. Oh my Dior!!!

Palllll, ¿alguna vez leíste los libros?”, fue lo que me dijo un galánazo que conozco, tras una junta de trabajo… Noooo, bueno. #fuertesdeclaraciones#lavidarealdelosfamosos

Debo confesar que además de este comentario, me da mucha risa escuchar a mis amigas, quienes también fueron a ver la peli con sus galanes, decir que después de ver el film, sus parejas se “transformaron en fans del señor Grey” y “jugando, jugando”, de repente querían ocupar el rol del atractivo y millonario neoyorkino. Ya sea emulando la famosa escena de las 10 nalgadas o la otra en la que Christian Grey venda los ojos de Anastacia, su «sumisa».

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La noche que la pasión y el deseo traicionaron al amor

«El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo, sino como acto, lo repite sin saber. Lo repite sin saber naturalmente, que lo repite», Sigmund Freud. 
Dedicado a todos los que cometen el mismo y el mismo y el mismo… y el mismo error…

           🍒🍒🍒

El sonido del timbre me pareció agresivo para ser más de media noche.  Todos los parisinos “bien” en la colonia bien en la que vivo, seguro dormían… Y si no, al menos ruido no hacían.  Abrí la puerta de un golpe.

–        Bonjour – dijo con sobriedad digna de un desconocido.

-Shhhh…- le dije poniendo mi índice de la mano izquierda sobre los labios.

Ahí estaba otra vez. Parado frente a mí, sin mirar mi cuerpo cubierto por un vestido vaporoso de color negro que contrastaba con estampados de flores de colores vivos colocados en sitios estratégicos. Atuendo de sábado relajado, chic… Me había enfundado en aquel vestido rápidamente después de una la ducha nocturna que había tomado tras una sesión de cardio.

El vestidito era lo suficientemente corto, como para apenas cubrirme las nalgas y mostrar mis piernas largas,  herencia de la autora de mis días. Pero también era suficientemente largo para dejar que la imaginación de mi superhéroe trabajara. Sin embargo, su mirar azul se fijaba sobre mis ojos casi negros.

–        DESIGUAL – dijo sonriendo.

–        ¿Y cómo sabes que mi vestido es de DESIGUAL? – respondí mientras con una mano lo jalaba del antebrazo para dirigirlo a la habitación blanca. La única a la que el súper héroe tiene derecho a pasar en el apartamento. Con mi mano izquierda, tiraba hacia abajo mi vestido zancón de la marca española, como tratando de alargarlo para que el enmascarado no me viera la culotte.

Mientras lo hacía seguirme, me pregunté cómo había hecho el hombre de mirar azul para analizar mi atuendo viendo solo mis ojos. Es bien cierto que la discreción es una de sus cualidades.

Había llegado enmascarado, como se debe. Como buen súper héroe… Sin reparos, sin protocolos  lo despojé de su máscara. Después de todo, hacía meses que yo conocía la identidad de mi Batman.   Sacó su instrumental y comenzó a hacer lo propio… ¿Yo? Me perdí en mis pensamientos…

Veintidós años mayor que yo… Un metro ochenta y tres de estatura y… y… ok, ok, tal vez para alguna otra mujer no era un clon de Batman y tal vez para alguna otra no tenía más fuerte que su papel de superhéroe de la que llamaremos ‘Ciudad No Gótica’. Es más, mis amigos que sabían la existencia del maduro superhéroe lo veían como si fuera el mismísimo Diablo.

“Stop… Párale ya de hablar de ese señor… Nena, ya, stop”… “Un señor de esa edad no es interesante para ti… No… Carajo, mírate, eres una Diosa… No tienes por qué andar pensando en los señores… Imagínate, aparte ha de ser casado, con hijos y enamoradísimo de la esposa”… “Ay, Pal… Bueno,  es que el don ni para echar relajo… No va a aguantar”… “Déjenla, le gusta el señor, y el señor a lo mejor está contento, a lo mejor está entusiasmado »… “¡Cállate, Medhli, deja de apoyar ese gusto de PAL… Cállate o llegando a la casa te voy a dar unos cabronazos… Los señores más grandes, no! ¡Yo concuerdo que a lo mejor hasta casado es!”… “Pal, Pal, basta… Tú lo bloqueas. Punto. Ese señor no es interesante para ti…Pal, piensa en ti… tú tan bonita… no lo puedo concebir, no de ti Pal…  »… son algunas de las frases que escuchaba cuando mi amigo Dante soltaba el chisme de que me gustaba al que yo llamaba el “enmascarado de Ciudad No Gótica”… Justo pensaba en eso cuando un piquete en el dedo pulgar de la mano izquierda me hizo volver al planeta Tierra. El superhéroe ya había terminado de hacer su trabajo.

–        ¿Te duele? – dijo una vez que terminó de curar mi dedo pulgar izquierdo, en el cual me había hecho daño minutos atrás con un cuchillo recién afilado, al intentar cortar el limón que serviría para mi agua détox de la noche.

– Habrá que poner el refuerzo de la vacuna contra el tétanos… y te voy a agregar un gel antibiótico- dijo mientras terminaba de llenar la prescripción.

–        No… No me duele – dije aguantándome el dolor.

Tanto Philippe como yo (así se llama el enmascarado) tratábamos de guardar la compostura… Hacia dos meses que no nos veíamos. Hacia uno que yo no respondía a sus saludos vía mensajes de texto. Le ofrecí una copa de vino rosado, de Corsa, domaine Terra Vecchia. Sorprendentemente lo aceptó.

Como siempre hablamos de todo y nada… hablamos de México, de Sinaloa… … de la boda en Culiacan en la que años atrás conocí a mi “amor tranquilo “, de las crisis de la madre de mi “amor tranquilo”, de mis ausencias en casa a causa de los viajes laborales… de las ausencias de mi amor tranquilo a causa de sus viajes, también profesionales y más recurrentes,  dignos de un experto  en la aeronáutica… Volvimos a hacer un comentario sobre la habitación blanca. La única a la que él  tenía acceso de todo el apartamento y a la que paradójicamente nadie más podía entrar. La habitación estaba dedicada a mis sesiones en videoconferencias con la doctora Smilovichi.

Como siempre que acudía a casa en calidad de superhéroe, Philippe permanecía sentado en el extremo derecho del largo sillón de tres plazas… y como siempre, también, de forma automática me tumbé a lo largo del sillón blanco a modo de que mis pies quedaban justo sobre sus muslos… como siempre, comenzó a jugar con los dedos de mis pies… y como nunca, jugué con él con mis pies. Tomaba impulso con mis caderas y me empujaba hacia adelante. El movimiento estratégico permitía que mis pies se metieran cuál intrusos por debajo de su camisa… que se salieran de su camisa y de un golpe pasaran por su cuello. Seguíamos charlando de todo y nada. De anécdotas banales. Y de otras no tan banales.

De la nada, dejé de juguetear y posé los pies de nuevo sobre sus muslos… le lancé el tubo de mi crema para la piel, misma que por azar se hallaba en la mesita de centro.

– ¿Me ayudas?, le dije. Sin preguntar qué hacer, abrió la crema con olor a paraíso, a algodón de azúcar. Colocó un poco de lo que más que crema parecía una suave crema chantilly rosada entre sus manos y comenzó a tartinar mis piernas, gustoso. Deslizaba sus dedos, sus palmas despacio, recorría cada centímetro de la pantorrilla… Levanté la pierna derecha. Y la dejé al aire para dejarlo tartinar la crema en todo el cuádriceps. Una vez que Philippe terminó, bajé la la pierna para realizar la misma acción con la izquierda.

 

« Y de repente nos dejamos arrastrar. Tu piel sobre mi piel sin formas que guardar. Y todo alrededor a punto de estallar… Inevitable, incontrolable, me tocas y empiezo a volar.Y nunca se acaba el deseo, me muero por repetir »… La canción de Philippo Neviani que se reproducía desde el iPhone de la sala se alcanzaba a escuchar hasta la habitación blanca. 

– Merci,- Dije quitándole la deliciosa crema, creación de la casa Yves Saint Laurent. – Creo que bebo muy rápido – remarqué al tiempo que miraba mi copa que se hallaba en la mesita, casi vacía.

-No, no. Yo bebo despacio- respondió tratando de guardar la compostura.

-¿Has visto el brazalete de mi pie? Tiene una cereza… al ladito del broche…

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La entaconada y el chico menor… ‘la belle et le bad boy’

«¡El salir con veinteañeros me hizo comprender que había olvidado lo divertido que era solo besar! », es una de las frases que llegó a decir Carrie Bradshaw, el personaje principal de Sex and the City, encarnado por la actriz Sarah Jessica Parker.

Esta frase sale a colación en uno de los capítulos de la primera temporada de la serie, en donde la periodista, entrada en los treintas, conoce a un sexy veinteañero en un bar y… Ploc!…

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Disfraces sadomasoquistas, infidelidades y grabaciones indiscretas

Hola bellezas, ¿cómo van? Espero que todo vaya mejor en Mexiquito. Aquí en Francia seguimos confinados. Todo cerrado. Además sigue el famoso cubre fuego (toque de queda): agraciadamente ya no comienza a las 18H00… Actualmente es a partir de las 19H00. Y ahora podemos «airarnos» durante el día… De cualquier forma, la vida no es la misma. Sabemos que es por nuestro bien, por el bien del país, por el bien mundial… Pero a veces es algo aburrido. Es triste ver todo cerrado y saber a nuestros seres queridos lejos.  Sin embargo el trabajo, el ejercicio y mis seres queridos hacen mi día a día. Y hablando de trabajo, les he de contar que me gracias a una misión profesional he pasado unos días en España. La destinación fue Marbella. De hecho hace pocos días que regresé. Wow, Marbella, Marbella, un paraíso en tiempos del Covid-19. Por secreto profesional no puedo contarles lo que fui a hacer, pero fue muy interesante… Y lo mejor fue que además de disfrutar de sol, arena y mar,pude gozar de restaurantes abiertos y de paso ver a una amiga muy querida y colega de trabajo, mi homologa en España, pues.

Fueron dos días de trabajo intenso. Pero tardes para disfrutar de las terrazas de café, de un poco de shopping y lo mejor, compartir con esta amiga hispana que vive en esa ciudad paraíso. Justo en mi tercer día en Marbella acompañé de shopping a mi coleguita, quien está enamoradísima. Lleva casi ya un año con su galán: un morenazo de Andalucía, ojiverde y piel bronceada. El susodicho estaba a unos días de cumplir sus 40 años.

Mi amiga se partía la cabeza, pues no sabía que comprar para su amor en turno. Después de recorrer todas las boutiques de Puerto Banus, mi amiga y yo terminamos en una Sex Shop, donde ella acabó por comprar un disfraz de enfermera con un estetoscopio de plástico en color rojo y todo.

Debo confesar que fui yo quien apoyó en su idea, pues mis tacones de amazona de la moda y el amor color rosado Long Champ ya habían hecho un recorrido bastante largo; mis pies estaban que morían por descansar. Y la verdad, soy mala para dar ideas de regalos. No tengo la paciencia ni el ojo clínico cuando se trata de regalos ajenos.

“Ándale, ay, ya llévatelo. Digo, si te gusta… ¿Qué mejor regalo que vestirte de enfermera, acá con escotazo y bata que enseña la mitad de tus atributos? Total, ni más santa ni más diabla. Es tu pareja. Ya, veo que te gusta. Llévatelo. Apareces después de la cena de cumpleaños, te disfrazas y ese será el regalo de tu amorcito. Punto. Ándale, ya tengo hambre”, le dije a mi amiga, mientras me paraba en un pie para descansar el otro, antes de intercambiar. De verdad: ¡mis pies morían!

De todos modos, de nada sirvió, pues mis piecitos lindos sufrieron un rato más… Y es que mi amiga (a quien le llamaremos Zulma, para no exponerla más)  acabó por llevarse no solo el traje de enfermera, sino que también tomó unos chones comestibles, un látigo hecho con gomitas, aceites para masajes y una rara bebida sabor melón.

“Esta bebida, señorita, se la da a tomar a su marido o amante antes de tener relaciones sexuales. Si le hace sexo oral, el esperma tendrá sabor a melón. Claro, si quiere, también hay sabor banana, fresa, frambuesa, chocolate”… el vendedor no paraba de hablar. Y mis pies seguían sin soportar los taconazos rosas que llevaba puestos. #tormento Y yo con mi tarea de pararme sobre el pie derecho para descansar el izquierdo y ¡cambio!… Ploc!

“Ya, está muy bien. Yeiiiiii!!!”, le dije a mi amiga. Les juro, yo ya no soportaba tacones. Quería aventarlos lejos, lejos.

Para no hacerles el cuento largo, al fin pasamos a la caja, mi amiga pagó sus compras, salimos del centro comercial (yo caminaba como pollito espinado, #lesjuro) y al fin llegamos al parking.

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El amor acaba… ¡y los zapatos llegan!

Llorar de añoranza y tristeza al recordar los buenos momentos. Berrear de coraje y berrinche cuando los peores vienen a nuestra mente, ver películas románticas con las que lloramos en cada escena mientras atacamos un bote de 1 litro de helado de chocolate y una enorme taza de palomitas con mantequilla, no maquillarnos, ir al trabajo en flats –sin que sea viernes- llamar a nuestr@s amig@s cada cinco minutos (y enviarles mensajes vía WhatsApp cada 30 segundos) para contarles sobre lo mal que nos sentimos y sobre lo “mala onda, abusiva e indolente que se portó esa persona a la que amábamos tanto y aún así nos dejó”…

…Ir a las tiendas y comprar accesorios que nunca nos vamos a poner, usar como ‘outfit’ nuestra pijama de invierno durante todo un sábado y emborracharse con amigas mientras seguimos hablando mal de ese “malparido que se fue” (para después marcarle de un ‘número desconocido’ solo para escuchar su voz) son solo algunas de las actividades -de una larrrrga lista- que todas las chicas realizado cuando terminamos una relación y ¡es él quien nos ha mandado al diablo!

¿O acaso hay alguna chica a la que después de que la enviaron a China sin boleto de regreso haya quedado tranquila y haya retomado las riendas de su vida de soltera en unas horas? ¿Existe una mujer que no haya sufrido tras una ruptura en la que sea él quien ya no quiere nada? La que esté libre de culpa, que aviente la primera bolsa.

En lo personal, a mí me ocurrió hace algunos años. Después de una relación corta, pero que para mi fue muy especial, el galán con el que salía me mandó al infierno. Confieso que tuvo sus razones muy válidas y justas. Le hice ‘algo’ que lo hirió y lo enojó mucho.Sin embargo, la forma de retirarse no fue la más educada, ni la más formal. No se despidió a la altura del caballero que presumía ser.

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Pretty Woman a la Mexicana: cuando se trabaja con la piel

Lo acepto. Soy culpable. Pese a que soy amante y practicante del periodismo rosa (moda, belleza, gastronomía, bienestar), confieso que de vez en cuando extraño la adrenalina que me provocaba realizar reportajes y entrevistas que ponían en peligro mi integridad. #ploc! #quefuerte!

No Nunca he ido detrás de un violador o de un fabricante de fraudes. No, tampoco me he inmiscuido en temas policiacos. Muchos menos he creído que mi papel de periodista me permite convertirme en juez o en Ministerio Público. No, no.

Sin embargo, puedo “presumir” que me he metido en líos y sitios inimaginables (sí, como la ocasión que busqué empleo de teibolera… y me lo dieron) para obtener una buena entrevista o una buena historia.

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Honor y amor a quien honor y amor merece

Dedicado también a todos los que se han ido en estos tiempos del que llamaremos «el virus, Amarse Negativo».

 

¡Mi tío Nico tenía chispa! Se enojaba, se encontentaba. Tenía unas puntadas inimaginables…  como conectar una grabadorcita minúscula con un cable de dos metros para que llegara al enchufe. Jugaba fútbol, pero fumaba, unos días lacio, otros días con unos chinitos. Siempre con una chispa. Sí, ¡mi tío Nico tenía chispa! Le decía “Chata” a su esposa, en vez de decirle “querida” o “amada”… se peleaba con mi abuelito y de rato se encontentaba. Decía que tenía que preparar 500 flanes para poderse librar de la tarea de cuidar a mi Mamá… “Jajaja, a mi mamá ya se le va el avión”, dijo un día ahogado en risa, cuando Marikita contaba una anécdota y a media historia todo se le empezó a olvidar… 

Apreciaba y quería a todos sus sobrinos, a su modo… me acuerdo que un 6 de enero llegó al patio de Bolsena 46. A la casa de los abuelos. Llegó cargando cajota de regalo… una caja inmensa.  

– “¡¿Qué es, tío? ¿Qué es?!”, – gritaban varios de mis primos con emoción. 

– ¡Nadaaa! ¡Nadaaa! – respondió muy enojado… le daba vergüenza decir que la cajota no era un regalo de Reyes. ¡Eran sus cosas! Su “Chata” lo había corrido de su casa en un arranque de ira… obvio… en unas semanas todo se arregló. Como todo.

La cajota de regalo, la grabadorcita con el cable kilométrico, sus gritos de euforia cuando le emocionaba alguna noticia… Sus sus flanes, su tienda, el gran amor por sus hijos, su sonrisa pícara… sus cantos cuando se ponía hasta las chanclas… todo eso se queda en nuestros corazones… Conmigo se enojaba, pero siempre reconoció mi empeño por querer salir adelante. Cuando era niña, bordó mi nombre en mi short de mezclilla. Me enseñó a vender gelatinas, me compró gelatinas… me enseñó a negociar, me compró dulces, se rió muchas veces conmigo, se encabronó muchas veces conmigo… nos encontentábamos, nos volvíamos a enojar, muchas veces nos dejamos de hablar, pero nunca me hizo un desprecio. Me dijo muchas veces que me admiraba… me dijo muchas veces que me esforzara…

¡Mi tío Nico tenía chispa! Que descanse tranquilo mi tío Nico, que ya está con Víctor, mi Mamita, mi Nicolás de amor y todos los que están allá.

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Entre Morfeo y el otro lado de la cama

« El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman ». Carl Jung 

Dedicada a mis queridos desesperados, quienes  no han aprendido que para amar hay que empezar por preservar el amor propio.

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« Mi cama es demasiado grande sin ti »…

Borro el iMessage de AlFredo y me detesto por haber dejado mi iPhone encendido.

… « ¡Bravo! ¡Bravo AlFredo! Mas de 1000 lunas llenas han pasado y sigues haciendo tus apariciones cuál fantasma en casa encantada… y en plena madrugada», me digo irónicamente cuándo veo que han pasado una, dos, très horas y sigo sin conciliar el sueño interrumpido a causa del mensaje.

«Son ya las 3:30am y reunión dentro de 5 horas en la oficina.. pfff… bordel!!! », me digo, tras repasar en mi mente el planning de la cargada semana que me espera.

Me levanto de golpe, aviento el edredón y el frío me invade… mi haut de seda negra hasta un poco debajo del ombligo y la pequeña culotte del mismo color no fueron buena elección para esta noche que anuncia que el verano ya se halla en el umbral del ocaso.

Salgo de puntitas a la cocina y tras empinarme la botella helada de Agua Evian me siento en el piso , frío, abro el congelador y como desesperada saco uno de los botes de helado que Dino y yo compramos hace una semana en la épicerie italiana de la colonia.

Ataco con la pequeña cuchara el helado con pistaches del Medio Oriente … una, dos, tres cucharadas. « Comiendo frío, ataco al frío », me digo.

Me levanto del piso y me dirijo, otra vez de puntitas a la entrada del apartamento. Enciendo la calefacción, que en un dos por tres comienza a hacer efecto… 20 grados centígrados…  ahora tengo calor. Mucho calor. Regreso a la cocina para volver a atacar mi helado. No culpabilizo a la cuarta ni a la quinta cucharadita de mi delicia italiana que degusto sin pudor. Regreso el bote al congelador y saco un cubo de hielo que me paso por el cuello, lo meto debajo de mí haut negro de seda y me lo paso por el escote. Uso mi pie derecho para esconder el dulce pecado.

Apago la luz y camino hasta mi habitación donde me tumbo en la cama y me vuelvo a cubrir con mi edredón blanco. Es ahí  dónde termino de derretir el hielo. Lo paso por mis muslos, mis pantorrillas calientes…

Miro el lado derecho de mi cama. Y pienso que en algún lugar, alguien más, que no es Fredo, mira el lado izquierdo de su cama y piensa que en algún  lugar,  yo miro el lado derecho de mi cama.

Pienso en la magia del universo. Alabo en silencio en Carl Jung y a su teoría de la sincronicidad.

Entonces concluyo que la doctora Smilovichi tiene razón. EL AMOR ES COINCIDIR EN AMOR, EN TIEMPO, EN DESEO, EN COMPROMISO, COMPLICIDAD Y VALENTÍA.

Y se necesita mucho amor propio para abrirle paso al amor, para amar y dejarse amar. Para abrirse a la aventura de conocerse, de comprometerse, a no defraudar la maravilla de encontrarse.

Vuelvo a mirar el lado derecho de mi cama. Vacío. Xavier está nuevamente de viaje… Mis pensamientos luchan contra el sueño, quien acaba por vencer la batalla.

Caigo en los torneados brazos de Morfeo, quien me recibe gustoso, me dice que todo está bien y me confirma que el amor es coincidir. Que el amor es compromiso.

¡Besos  y cerezas!

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