El hombre que usaba calzones guindas

Cuando somos adolescentes hacemos cosas realmente locas y divertidas. Más si creemos estar enamoradas. ¿Quién no llegó a marcar el número de su amor platónico solo para escuchar la voz y después colgar? ¿Quién no ha marcado a algún locutor de radio para pedir y dedicar una canción a ese galán al que no se atreve a decirle que le gusta? ¿Quién no envió una carta de amor anónima en su adolescencia?» La chica que nunca lo hizo durante su etapa de secundaria y bachillerato, que aviente la primera cartera.

Esta señorita entaconada no es la excepción. Les confieso que yo también llegué a hacer bromas telefónicas, dedicar canciones de amor (sin la necesidad de un locutor de por medio), a enviar cartas anónimas y hasta regalos sexies. #quéfuerte! Y no para un amor platónico. ¡Y no lo hice sola! No, no.  Lo hice con una de mis mejores amigas, a quien llamaré Sandra. Y no. No éramos adolescentes, ambas ya teníamos 23 añitos, una carrera profesional terminada, un trabajo y cuentas por pagar. Pero, al fin mujeres locas con almas de niñas… #quépapelón!

Bien, pues resulta que hace no muchos años, -les digo que yo tenía 23 -, mi amiga y yo acudimos a una fiesta organizada por la esposa de mi Papá (una de mis mujeres favoritas y adoradas). En ese sitio, conocimos a un hombre que trabajaba en una agencia de publicidad  que es superfamosa a escala internacional. En esta ocasión le vamos a llamar, Agustín, para no revelar su nombre real.

Agustín -un atractivo cuarentón, en ese entonces, de ojos azules y cuerpo atlético- era el subdirector de la versión mexicana de la famosa agencia de publicidad. Cuando nos conoció a mi amiga y a mí, fue súper lindo. Pecaba de amable.De hecho, él solito fue a presentarse conmigo con todo y Martini en mano. Y me chuleó mucho unos tacones en color violeta que yo llevaba: “parecen dulcecitos”, dijo.

Yo acababa de publicar un reportaje que había sido un hit en el mundo de las “softnews” de México y Agustín decía haber amado el texto.

“Me encantó, me encantó. De hecho, además de ser buena como periodista, podrías ser excelente creativa, deberías trabajar en el mundo de la publicidad”, me dijo mientras agitaba su vaso y bailaba (involuntariamente) la canción que se escuchaba de fondo: Satisfaction, de Rolling Stones era la rolita que hacía que Agustín se balanceara.

Días después de la fiesta, Agustín me llamó para ofertarme una entrevista de trabajo, sin embargo, yo acababa de formar contrato en una famosa editorial mexicana para la que trabajé una muchos y maravillosos años.

Sin embargo, el que no haya aceptado la entrevista de trabajo, no impidió que Agustín me contactara. El atractivo cuarentón consiguió mi número de celular y comenzó a enviarme mensajes. Tras dos semanas de intercambio de mensajes, acepté salir a comer con él para hablar de películas, moda, conciertos, libros, etc… Y es que Agustín es un hombre muy, muy culto.

Aunque trató de ligarme, no acepté. En primera porque me lleva 17 años. Y en segunda porque no me daba “buena espina”. #confesionavoces 

Debido a que no acepté salir con él, Agustín comenzó a llamar a mi amiga, quien por supuesto, nunca le tomó la llamada. Y es que entre mujeres inteligentes y entaconadas existen muchas reglas, entre ellas, la de no salir con el chico que trató de ligar a tu amiga #regladeoro

Agustín no paró… Comenzó a enviarle mensajes muy sensuales y candentes a mi amiga… Mi amiga seguía sin responder… Ella estaba realmente molesta. Y yo seguía recibiendo mensajes en las que el ‘centrado, maduro y culto’ publicista me invitaba a salir. Obvio, no respondí.

Un día, sonó mi celular. El número que me llamaba era privado.

– ¿Hola? – contesté la llamada

– Pal… Me encantas, quiero que me beses todo.

– ¿Agustín?

– Pal, es en serio. Anoche soñé contigo y con otra mujer. No sé quién era esa otra mujer, pero los tres hacíamos el amor.

Colgué y apagué mi celular. Al día siguiente yo ya había cambiado de número. Yal día siguiente, también, mi amiga me llamó para decirme que Agustín la había citado en su oficina.

– ¿Y fuiste? Ese wey está loquis, – dije desconcertada.

– Sí, Pal. Sí fui. Fui para ponerle un alto. Pero el sitio no era su oficina, era su depa, en la colonia Polanco. Y el wey salió con un mojito en la mano y solo llevaba puestos unos calzones ¡de color guinda! Me abrió la puerta y me dijo que quería que lo besara todo. Yo me eché a correr, Pal.

– ¿Y si lo denunciamos?

– ¿Y acusarlo de qué? ¿De que envía mensajes cachondos y de usar calzones guindas? En la procu nos van a mandar a la chingada. Mejor vamos a darle una cucharada de su propio chocolate.

Y así fue… En vez de olvidarnos de la historia como cualquier mujer madura que ya tiene una profesión y un trabajo serio que le da para vivir y comprarse suficientes tacones, nos bajamos al nivel del hombre atractivo al que desde ese día bautizamos como “Guinda”. Sí, por los calzones.

Mi amiga y yo comenzamos a llamar desde diferentes teléfonos públicos al señor Guinda. Una amiga llamada Megan, bajita, bajita y de voz sensual, era precisamente nuestra voz.

– Hola papi. ¿Sabes quien habla? Habla Sashaaaa, ayyy, te conocí en la entrega de los EFFIES, cuando vi que ganaste por mejor campaña publicitaria, y subiste al estrado a recibir tu premio, junto con tu equipo, me volví loquita, ay papiiiii!!!”…

– No sé de qué me hablas. ¿Quién te dio mi número? Respondía “Guinda”, con tono nervioso.

Mi amiga colgaba y se acercaba a Sandra y a mí para contarnos lo que había sucedido. Normalmente, Sandra y yo corríamos a la calle de enfrente para carcajearnos mientras nos cubríamos la boca. Así era en cada llamada. El juego duró una semana entera. Una semana en la que no íbamos al gym al salir del trabajo, porque ya era un ritual ir a “las bromas de la venganza”. Sí. Inmadurez total.

La segunda semana fue peor. Le dictamos una carta a un primo.

“Hola papi. Anoche soñé contigo. ¿Sabes qué soñé? Soñé que te quitabas tus sensuales pantaloncitos entubados que tanto me encantan. ¿Y sabes qué pasó?… Ay, papi, eres fuego, cabrónnn!!!… Ya quiero conocerte. Llevaré a una amiga que también está ardiendo por ti”…

Mi primo se pintó los labios y besó la carta, misma que fue elaborada a unas calles de la casa de “Guinda”.

Después de eso, corrió al contemporáneo y chic edificio ubicado en la colonia Polanco en el que vivía Agustín, alias “Guinda”.

Mi amiga Sandra, Megan (quien ya formaba parte de la aventura) y yo, corrimos atrás de mi primo. A una calle del imponente edificio, retrocedimos y nos escondimos en una famosa nevería ubicada no muy lejos de la casa del tipazo cuarentón, papazón que usaba chones guindas. Sí, seguíamos sin ir al gym por ir a dejar cartitas.

– ¡Corran, corran!- fue lo que llegó diciendo mi primo a la nevería, de donde nos paramos y corrimos en dirección al Auditorio Nacional. Una vez que llegamos al Auditorio (no sé por qué, si el auto de mi primo se hallaba en dirección contraria), nos paramos a comprar agua.

 

– Estaba entregando la carta a los porteros, cuando llegó “Guinda”. ¿Por qué no me dijeron quién era? Ese wey estaba en la fiesta de mi tía Maru- dijo mi primo, quien también había acudido a la fiesta de la esposa de mi papá y había conocido al galanazo de 40 años.

Después de ese percance, tuvimos que buscar a otra persona para dictarle las cartas fogosas y salir disparadas. No sé por qué, pero siempre íbamos mis amigas, la persona de la carta y yo a “las bromas”, que se fueron convirtiendo en ritual de cada viernes.

“Guinda” siempre estaba preparado y salía corriendo a ver quién era. Un día casi nos cacha. Nos salvamos porque nos metimos como locas a los baños de mujeres de la nevería. #comoescuinclas

¿Por qué no dejábamos de hacer las bromas? Porque “Guinda”, “Agustín”, “hombre maduro” o como se llame, tampoco se cansaba.Averiguó mi nuevo número de teléfono celular y el de mi amiga (dos veces) y no paraba de enviar mensajes subidos de tono. #nosdabacuerda

Y las “inmaduras”, en vez de acudir a las autoridades, seguían enviando cartas y corriendo cada viernes.

Tras casi 7 semanas de bromas –y de recibir mensajes ya muy subidos de tono y acosadores de parte de Agustín- mi amiga Sandra y yo nos atrevimos a enviarle una carta en la que fijábamos fecha, hora y lugar para que él rencontrara a Sasha, la fogosa mujer que le escribía y a una amiga de ella.

“Queremos que veas que nos tienes ansiosas, ¡¡¡papi, fogoso, galán!!! ¡No faltes! Será muy divertido”, era lo que decía la última línea de la carta, en tono de despedida…

Faltaban tres días para el encuentro. Una llamada de mi amiga Megan (con su voz sensual) desde un teléfono público y la cita con “Guinda” estaba confirmada.

 

… Llegó el día. Sandra y yo habíamos pedido a un amigo alto y fornido llamado Hugo que nos acompañara por si algo nos pasaba (ni Megan, ni mi primo, ni todas las personas que nos ayudaron a dejar cartitas y a hacer bromas telefónicas, a dedicarle canciones de amor por celular y a perder sus noches de viernes corriendo por las calles de Polanco quisieron ir. Todos estaban hartos de nosotras y no nos tachaban más que de inmaduras… Y con toda la razón)…

Al final, mi primo se sumó y nos acompañó #cuero #todoprotector

En encuentro sería a las 8pm en un conocido bar de la colonia Condesa ubicado en la calle de Tamaulipas. Sandra y yo (chica inmadura 1 y chica inmadura 2) rencontraríamos a Guinda para enfrentarlo y decirle que no se volviera a meter con nosotras.

Dieron las 8:00pm, las 8:30pm, las 9:00, las 9:30 y “Guinda” no llegaba. El bar comenzaba a llenarse y el ambiente de viernes por la noche empezaba a sentirse. Mi amigo Hugo y mi primo se aburrían adentro del auto en el que llegamos, el cual lograron estacionar casi afuera del bar.

“¡Ahí viene, ahí viene. Correeeeee!”, me dijo Sandra casi a las 10:00pm.No sé por que lo hice, si se supone que íbamos a enfrentarlo, pero mi amiga y yo corrimos en dirección a la calle de Nuevo León.

“¡No es ‘Guinda’, no es ‘Guinda’! ¡Es un wey que nada que ver! ¡No corran!”,se escucharon los gritos de mi primo, justo cuando estábamos por cruzar una calle.

Resbalé y caí. Mi rodilla derecha quedo toda raspada, mi zapato de tacón violeta de 12 cm. desecho y mi tobillo doblado (mi pie estuvo hinchado durante dos semanas, las cuales me dieron de incapacidad y no pude usar tacones durante al menos dos meses).

Yo lloraba y no dejaba de quejarme. Hugo llegó también y Sandra se mantenía inmóvil, horrorizada. No sé si de ver mi rodilla y mi tobillo derecho desecho, o mi falda y mi tacón violeta derecho destrozados y llenos de tierra.

Mi llanto fue interrumpido por el sonido de mi celular. Era la esposa de mi papá. Había llamado para preguntar si de casualidad había tenido algún contacto con Agustín, el primo político del esposo de su media hermana, quien acababa de llamarle para darle una noticia muy fuete.

“El hombre se mudó antier. Prácticamente huyó. No saben si se fue a Guadalajara o a Monterrey. Pero perdió trabajo y todo. Un señor muy enojado, papá de una jovencita de 17 años acudió a las autoridades. El señor acosaba a la niña, a la cual conoció en el deportivo Chapultepec. La acosaba feo, pero el papá hizo bien.No se anduvo con rodeos y acudió a las autoridades. ¡Qué horror! Te cuento porque el día de la fiesta en la que estuvimos, vi que el hombre platicaba contigo y con Sandra. ¡Qué peligro!”, decía la esposa de mi papá.

Yo no podía decir nada. Mi tacón roto, mi falda rasgada, mi rodilla y mi tobillo habían salido de la escena trágica.

– Pal, Pal, Pal- comenzó a insistir la esposa de mi papá, al darse cuenta que yo no decía ni una sola palabra.

– ¡No me-mes!- alcancé a decir – ¡te marco al rato!

Colgué. Mi primo y mis amigos me llevaron a una clínica ubicada en la colonia Roma. Después de una dolorosa curación y muchas vendas, salimos de la clínica y fuimos a casa de mi papá, donde contamos la verdad a Maru, su esposa.

Sandra y yo acabábamos de darnos cuenta de que realmente habíamos jugado re-que-te-bo-ni-to con fuego. Gracias a Dior que lo único que perdí fue un tacón y tiempo de gym. No más.

Desde esa noche se acabaron las bromas y las dos mujeres locas con almas de niña (Sandy y yo) decidimos que lo mejor era guardar a nuestras niñas internas en su lugar y sacarlas cuando necesitáramos valernos de creatividad.

Y es que confieso que cuando supe que Agustín era realmente un hombre peligroso, todas las bromitas me pasaron por la cabeza y los chones me dieron vueltas como 50 veces, ¡del miedo!Sandra y yo estuvimos muy cerca de un hombre realmente peligroso y en vez de acudir a las autoridades, seguimos un juego que no.

Sandra dice que la culpa fue de mis tacones violeta, pues justo usaba esos tacones cuando conocimos a Guinda, justo me caí cuando lo citamos para “enfrentarlo”… Y justo unos años después, compré unos zapatos muy similares y del mismo color: violeta, los usé en una cena y al llegar a casa, ploc! Me volví a caer. #charros

Ese mismo par me lo regalaron en una caja muy mona, como de dulces… Y para romper la maldición… Los uso de vez en cuando y pienso en que no habrá ni locos con calzones guindas, ni cartitas, ni corretizas, ni trancazos… Y así ha sido. Lo que llegan son chicos de mi edad y buena vibra, comandada por la mujer femenina y que se divierte aún como niña, pero que asume sus responsabilidades y resuelve sus problemas como adulta y profesional que es. Y ustedes, chic@s,¿alguna vez han hecho bromas o han querido salir de un problema de la forma menos correcta? Cuéntenme. ¡Besos y cerezas! Muack!!!

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