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‘Doctor, tómese un café conmigo’… Cuando me enamoré de Iron Man con bata blanca

Louise Lane se enamoró del sexy y aguerrido Superman… Mary Jean cayó redondita en las redes de Spiderman… Gatúbela, pese a sus reflejos felinos y gran intelecto, adoraba al depresivo, loco, raro e intrigante Batman… Vesper y las otras chicas Bond se derretían por el dinámico James… Y así… cada superhéroe tiene su eterna enamorada.

Bellas mujeres que, pese a su independencia, autonomía, poderes femeninos, sexto sentido y demás… tienen un punto en común que las vuelve vulnerables ante sus adorados hombres: todas ellas ven en sus respectivos terroncitos de azúcar a un héroe que les salvó la vida. A ese ser que les llegó a salvar la piel en una o más ocasiones. Ese hombre viril y protector para lo que nada es imposible. Ese modelo «ideal». Y además, esas onditas del misterio, la química y las feromonas, juegan un papel realmente importante a la hora de la idealización, la cual no es propiedad exclusiva de cómics o películas de Marvel.

No, queridos. En la vida real existen muchas historias en las que se vive el efecto del «charming» del Superhéroe sobre la bella y guapa chica. ¡Les juro! Ésta no tiene que ser la típica protagonista de telenovela mexicana o venezolana… ¡En serio! Las mujeres profesionistas y profesionales que formamos parte de la vida activa, nos lucimos en tacones por la calle y nos sentimos poderosas al sacar los billetes (o la Amex… American Express… #toing!) para pagar ese fabuloso par de zapatos o esa cena entre amigas… Nosotras, quienes presumimos independencia y criticamos a las princesas de Disney (en mi caso no, al contrario, Disney y las princesas de sus cuentos me acompañaron durante mi niñez, y no me da vergüenza decirlo), nosotras, quienes conducimos solas en ciudades de alto riesgo, quienes reclamamos equidad y un largo etcétera… En fin, nosotras… Caemos, señoritas. Les juro… Caemos. Al menos, una vez… O un par de veces (hay quienes han caído decenas de veces), hemos caído, en las manos de un superhéroe, quien se convierte en nuestro ídolo, nuestro salvador y hasta amor platónico…

Sí. Lo confieso. A mí me pasó. Yo tuve un superhéroe y un enamoramiento y hasta idolatría  que duró algunas semanas… ¿Quién era mi superhéroe? El doctor que me extirpó el apéndice… #ploc Aunque no lo crean… El doctor que me operó del apéndice se convirtió en mi superhéroe… Ya era un súper héroe… Y eso que no existía aún el Covid-19. Aquí les cuento la historia:

Era el año 2013, enero justititoto…  Yo estaba en la ciudad de México, tranquila (bueno, con la adrenalina y la chispa que siempre me acompañan), trabajando. En ese tiempo trabajaba para la sociedad Yahoo! en Español, como editora en jefa de la sección de moda y editora de soft news (actualmente, sigo escribiendo para Expansión con quienes fueron mis colégas de Yahoo!, desde Francia…  Me encanta. Sorry, no podía dejar de hacer mención).

Bueno, pues era justo la mañana de la segunda semana de enero, chic@s.  Muy, muy temprano. Y yo, enfundada en un vestido muy ejecutivo en color borgogne,  con escote de infarto y tacones en color borgogne con filos dorados… Y agarrándome del chongo con una mujer en Starbucks (donde pasaba de vez en cuando por mi capuccino pecador antes de ir a la oficina)… ¿El motivo? La persona había tratado de meter la mano en mi bolso… En fin… Le dije unas cuantas cosas a la mujer, tomé mi café que ya estaba listo (y adicionado con vainilla… Yomiii) y seguí mi camino… Al salir de Starbucks y dirigirme caminando a la oficina, la cual quedaba a 4 calles de la cafetería… Comencé a sentir un dolor en el estómago que no era TE-RRI-BLE, sino lo que le sigue. Y no era precisamente el estómago, sino casi al final de lado derecho… Apenas di el primer sorbo a mi café y ¡no bueeenooo! Parecía que me habían dado un golpe con un resorte… Empecé a transpirar en frío… ¡Horrible, chic@s! Así, cañón.

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