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¡Suelta el pasado y disfruta de la vida!

«Podrías volver a despegar solo cuando te autorices a soltar esa liana que te ata a tu pasado. Necesitas realmente soltar lo que ya quedó atrás para avanzar y ver lo que está por delante», David Lefrançois

***

 

“Ya vi que el pasado es un cero a la izquierda, solo es el futuro lo que se recuerda. Me quité lo que me pesaba. Ya me siento con fuerza”. La frase de una de mis canciones favoritas de Las Mujeres No Lloran,  último álbum de Shakira, no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.

Era una mañana de sábado. Además de la música de Shakira, George recién perfumado y mis pensamientos eran mi compañía. Repetir y repetir la canción en el Apple Music me llevó a pensar en que la intérprete latina tiene la boca llena de razón.

Y es que, ¿cuántas veces no hemos pasado minutos, horas, días y hasta semanas enteras en pensar en el pasado? ¿Cuántas veces nos ha ocurrido que nos aferramos sin querer a reflexiones y recuerdos que lejos de ayudarnos a avanzar, intoxican nuestras almas y nos vuelven infelices?

Un botón para muestra. Hace unas semanas les contaba el caso de mi amiga Sandra. En su afán por seguir pensando en su ex Julien, ella no podía disfrutar del bonito restaurante en el que estábamos y de la hermosa vista que que teníamos. Y todo por estar pensando en su ex, quien además de haberla terminado por mensaje de texto, no había dado ninguna señal de vida. Mi amiga Sandra se perdió de degustar el delicioso plato que tenía para la cena, de admirar la iluminada pirámide de Louvre, de disfrutar del Café Marly… Es más, Sandra no se ocupó al principio de responder las llamadas de su Papá ni de escuchar mi conversación. Y todo por estar pesando en un pendejo que seguramente estaba bien contento haciendo su vida. Mi amiga sigue anclada al pasado. No suelta a su exnovio. Y eso le ha impedido avanzar y disfrutar las buenas oportunidades y momentos que la vida le ofrece cada día.

Sandra no es el único ejemplo. He de confesarles, mis bien queridos, que también he tenido mis lapsus brutus en los que una situación del pasado da vueltas en mi cabeza.

En una ocasión, fue también a causa de un ex y la forma tan cruda en la que terminó nuestra relación. Fue durante un buen tiempo que me torturé en estar pensando en esa ruptura. Pensaba en lo mejor que había tenido de esa relación. O sea, ¡pasaba mi tiempo libre a idealizarla!… a masacrarme el alma a causa del pasado. Cada que conocía a un hombre, no dejaba de compararlo a mi ex. ¿El resultado? Me daba miedo comenzar una nueva relación. Lo peor de todo era que ese ex no valía la pena. Narcisista, manipulador, abusivo, envidioso, sin escrúpulos y sin remordimientos es como hoy día yo podría describir a esa persona. Agraciadamente pude salir de ese lapsus concentrándome en lo que realmente importaba, en el presente y en continuar a materializar mis proyectos. En avanzar.

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Experiencia con Polène: cuando la amabilidad es un lujo

Ser una mujer auténtica y una verdadera amazona de productos auténticos no es fácil. Y si a esto le sumamos ser una latina, una mexicana que vive en París, todo se complica aún más. Y es que confieso que cuando se trata de elegir una prenda, un bolso, un alhaja… es más, lo que sea, siempre me gusta elegir objetos y prendas originales y genuinas que afirmen mi personalidad.

Es por ello que cuando vi la boutique de bolsos de mano y marroquinería de la marca francesa Polène, quedé seducida por dos de sus bolsos icónicos. Además de que el marketing de la marca está fuertísimo: un sitio Web limpio digno de los productos de diseño minimalista creados en irresistible cuero, redes sociales con fotos y textos impecables, identidad de la marca… yo quedé ¡wow!

“Le savoir faire au service de la créativité”, es el slogan que puede leerse en la cabeza del hermoso sitio Web en el que se pueden apreciar los bolsos en todos los colores gracias a las fotos de gran calidad y las vistas a 360 grados.

Además, bellas modelos de distintas nacionalidades vestidas de forma fresca y elegante luciendo las piezas de la marca con diseños concebidos gracias a la mano de obra española. Realmente una estrategia de marketing muy bien lograda, tanto que, como ya les dije, terminó por cautivarme justo cuando yo buscaba precisamente un modelo de bolso que cambiara un poco de mis Long Champ, Vuitton o Coach que tengo en casa.

“Esto es lo que quiero”, le dije fascinada a una amiga con quien fui a la tienda ubicada en el barrio del Marais en el 75004 de París el mes pasado.

El modelo Numéro Dix lisse en color negro fue del que enamoré. Un bolso de mano compacto 100% piel con un asa hermosa. Acabado refinado e, insisto, producto minimalista.

Desde ese día, la bolsa no salía de mi mente: además ya estaba invadida de publicidad en las redes (la labor de las cookies) y la música de la boutique sonaba en mi cabeza más que el último álbum de Shakira. No tardé en mencionarle a Maru (esposa de mi papá) quien validó la marca y… Una semana después el bolso ya estaba pedido.

“Convencido de la elegancia atemporal y de la autenticidad de las formas refinadas, Polène crea modelos que combinan minimalismo y carácter. La búsqueda de materiales de alta calidad y la elección de la fabricación artesanal forman parte de este enfoque de sostenibilidad”, era el texto que acompañaba la sección en la que se presentaba el bolso que acababa de adquirir.

Tras una semana de espera, recibí mi objeto del deseo. Además de haber pagado 470 € por un bolso que no es una marca de nicho, pero que presume de ser de calidad y que promete posicionarse entre las marcas francesas de lujo, fueron 9€ los que se pagaron por el envío (la marca usa las famosas guías de DHL). Para no hacerles el cuento largo, el día que abrí el paquete de mi bolso con la finalidad de estrenarlo para un día de trabajo y after work, la sorpresa fue sumamente desagradable. Mi bolso estaba rayado de la parte de atrás y además tenía la marca de un golpe (posiblemente había sido al momento de empaquetarlo, no lo sé). Me decidí a tomar una foto rápidamente y a enviar un mail a servicio a clientes, pero se me hacía tarde para ir al job.

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La magia de George : un amor fuera de serie

Mon George de moi.

« Todas las obras del hombre tienen su origen en la fantasía creadora. ¿Qué derecho tenemos entonces a la amortización de la imaginación? », Carl Jung.

 

🍒🍒🍒

No recuerdo la fecha exacta, solo sé que era un viernes de un junio de 2018 muy soleado. El verano había llegado con todo. Mi amigo Paul y yo salíamos de una reunión en la que yo había obtenido el contrato para realizar la comunicación visual del bar y club de golf de moda de Aix-en-Provence, una pequeña ciudad de Francia bendecida por el Sol y los turistas.

Una vez que cerramos el trato con Olivier, dueño del bar Shakespeare, Paul y yo nos despedimos de él y su esposa Irina, una rusa que pese a tener casi la cincuentena se mantenía divina.

Para ser unos recién egresados de la maestría de comunicación, Paul y yo nos desenvolvíamos bien en el mercado. Festejábamos con saltos el gol que yo acababa de anotar gracias al trato firmado con Olivier.

-¿Vamos al dominio de Beaupré por champagne para festejar con la banda? – me decía mi amigo y pretendiente mientras apresuraba el paso para llegar a su auto.

-Sí, sería genial. Podemos invitar a Margot y Cyril. Ah, también a… – mi frase fue interrumpida cuando mi sentido del olfato fue seducido por el olor de la lavanda de Provence. El delicioso aroma me condujo hasta la boutique más violeta y tierna de la pequeña ciudad francesa. Folies de Provence (Locuras de Provence) era el nombre de ese sitio mágico. Apenas había puesto los pies en la tienda cuando mis ojos se clavaron en uno de los personajes más hermosos y tiernos que he visto en mi vida.

– ¿Lo quieres?- la frase que disparó Paul me hizo regresar al planeta Tierra.

– No, no. Está bien. Soy una adulta para tener un nounours color lavanda.

– No. No es una historia de ser niña o adulta. Mira nada más que hermoso es- me decía Paul mientras me mostraba la belleza, con la que me fasciné aún más al tocarla. Suavecito, de un olor delicioso, con una carita súper tierna.  ¿Cómo pasar de lado de tal belleza?

– No. No, – dije a Paul avergonzada e intenté salir de la boutique, mismo si aún estaba emborrachada de la deliciosa fragancia de lavanda.

– Paul se apresuró con la vendedora, quien no había dejado de sonreír y de decir que esa belleza era la estrella de la tienda y que hacía felices a mucha gente.

– Además, miren, tiene lavanda en las pompas, solo hay que frotarlo y la fragancia va inundar la pieza en la que se encuentre. – ¡Es realmente mágico! – decía la vendedora con la sonrisa.

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Noche de salsa, ligue, clichés y tonterías

“Tu es trop belle, mais vraiment tropp belle”… Depuis quand tu es en France? C’est pas trop dur le français? Et pour quoi la France?”… Algún parecido con la realidad, NO es una coincidencia.

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«Tan, tan, tan, tarara… Tan, tan, tan, tarará… Iba yo montado en el autobús, arrebusnao en mi silla, viendo la vida pasarrrr… por la ventaniiiiilla. Una gota de cristal… ¡Ohhhh, ma-má!, como anunciando la lluvia… Gritos de perros,  que infernal. Ohhhhh, mamááá.  Es la ciudad con su buya »… 

La canción de Óscar de León  suena fuertísima en el club de baile en el que me encuentro enfundada en un vestido corto/plisado  y con uno de mis pares de tacones de  de aguja preferidos. Después de pensarlo mucho, he aceptado  la propuesta de un chico que desde hace un rato no deja de lucirse en la pista. Además de saberse buen bailarín, pareciera que se siente un casanova.

“Déjame decirte que estás guapísima, realmente guapísima… ¿Hace mucho que estás en Francia?… ¿De vacaciones o por el trabajo? ¿Casada con un francés?… ¿Por qué elegiste la Francia para vivir? ¿Latina?… ¿Vamos a mi depa al final de la velada? ”…

Elías no pierde ni un segundo y lanza todas la frases una vez que logró sacarme a bailar. Estamos en un sitio ubicado en una de las calles de Montparnasse. La Pachanga, se llama el antro  en el que los amazonas del baile se dejan ver.

Elías ha comenzado con el “tu es trop belle” (estás guapísima) para después preguntarme si hace mucho que vivo en Francia o que si solo estoy de vacaciones en París… Cuando le confieso que soy latina, asegura que soy colombiana. Y que le doy un aire a Shakira. Siempre me habla en inglés. Fuera del repetitivo « tu es trooop belle”, no hay otra frase que Elías lance en francés ni en español.

(« Hasta que me sacóde mi ensimismación el aroma sensual de fina loción. Y es que a mi lado se vino a sentar una chica de pe-lo ma-rrón, eh!!! »).

“Mexicana”, digo orgullosa, en el momento en el que me toma del talle y me hace girar rápidamente. . “La chica del pelo marrón” es la pieza que bailamos.

Una vez que Elías ha confirmado que soy latina, vuelve al asecho. Me pregunta en qué parte de la Isla de Francia vivo. Cuando le respondo que es en Versailles se queda atónito. Me dice que debo venir de una familia de narcos o estar casada con un francés pudiente y moldeable para vivir en la colonia en la que vivo y poder salir sola a bailar.

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Los amantes platónicos: encuentro tardío

«Justamente ahora, irrumpes en mi vida, con tu cuerpo exacto y ojos de asesina. Tarde como siempre, nos llega la fortuna. Tú ibas con él. Yo iba con ella.  Jugando a ser felices por desesperados. Por no aguardar los sueños. Por miedo a quedar solos»… Ricardo A. 

Dedicada a todos los que tienen una pasión carnal frustrada.

***

 

Es casi media noche. Salgo de la estación de tren Rive Droite.  Estoy exhausta tras un día de trabajo, ejercicio intenso y una noche de charla-aperitivo en un bar ubicado en el corazón de París.

Pienso en los 700 metros que debo caminar aún para llegar a casa.  Xavier  está de nuevo de viaje de trabajo. Prometió que faltan sólo dos días para su regreso. “Y no más desplazamientos largos este año, mi vida”, dijo.

Pienso en esa y otras promesas, otras palabras y halagos de «mi amor tranquilo», (quien dice que trabaja mucho para consentir a su « muñeca Barbie mexicana ») pero la estampida de personas que sale al mismo tiempo que yo de la estación me saca de mi trance. Desciendo la rampa que me lleva a la calle principal (sigo entre toda la gente que se empuja para avanzar) y entonces veo a Philippe a lo lejos al lado de su FIAT rojo. Me “escanea” con su mirar azul y se pone su saco veraniego color arena. No porta cubre bocas, hace mucho que no lo usa. Está desenmascarado. Después de todo, la ciudad «no Gótica» no conoce el rostro de mi súper héroe. Nadie sabe que mi Batman solo ha revelado su identidad a esta mujer latina.

Camino hacia mi Batman con gracia y tan rápido como mis flamantes tacones de «aguja magnética» de 10 cm de altura DKNY me lo permiten.

– Mais dis donc, tu es très fort (no, bueno, pero que audacia la tuya). Te dije que tomaba esta línea de tren para llegar a casa pero nunca dije a qué hora y… Llego y aquí estás.

– Je savais vers quelle heure tu serais là pour marcher jusqu’à chez toi… et  en plus je t’ai reconnu toute suite dans la foule. Pas difficile de reconnaître un ange en talons d’aiguille.  Et en plus dans le train qui arrive en retard, en retard, tel comme tu es arrivée dans ma vie.  (Yo sabía más o menos a qué hora llegarías a la estación para después marchar hacia tu casa. Entonces, vine y… de repente ahí estabas; te distinguí en seguida entre la masa de gente. No fue difícil de reconocerte, destacas entre todos y te mueves como un ángel en tacones. Y… además fue fácil porque venías en el tren que llega siempre en retardo. Siempre tarde, tarde, en retardo, tal como llegaste a mi vida).

– Y además de ser un “ángel en tacones”, ¿cómo me distinguiste entre “la masa”?

– La elegancia, el exotismo, ese vestido estampado de tirantes escotado en la espalda que invita al paraíso- respondió.  – ¿Subes al auto? Eso te va a evitar caminar 700 metros. Es mejor, ¿no? – dice y abre la puerta derecha de su “nave” para que yo suba.

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Un hombre sin filtros

“De tus vulnerabilidades saldrá tu fuerza”, Sigmund Freud.

Dedicada a un « Ferrari » y a todos los que aún creen en la amistad y en el amor.

🍒🍒🍒

«No puedo más. Verte me hace bien, pero me hace mal. No sé explicar por qué… Et… c’est tout! (Y eso es todo). ¡Toma! Éste es el regalo del adiós», tras su discurso desconcertante, Rodrigo pone entre mis manos una pequeña caja roja, tan sofisticada como el nuevo par de zapatos que porto.

Creo que son dos segundos los que me toma abrir la cajita y observar la maravilla que se halla entre mis manos, el mismo tiempo que le ha tomado a Rod desaparecer entre el tumulto, cual David Copperfield.

Lo que minutos antes para mi era una velada glamour en una terraza cosy de Champs Elysées,  se ha convertido en una pesadilla.

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El verdadero Diablo de mi Guarda y el inquietante demonio del deseo

“Los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad”. Sigmund Freud. 

Dedicada a todos los cínicos.  

🍒🍒🍒

 

“Mi Violetta,

No sé qué traes en tu cabecita ni porqué te sientes tan mal, tan decepcionada, tan desilusionada. Creo que el amor te pegó (again). 

Lo único que puedo decirte en este momento es que significas mucho, mucho, mucho para mí, mucho más de lo que puedas entender y de lo que puedo permitirme expresarte. Y como hombre puedo decirte, asegurarte, que significas mucho para tu franchute.  Mucho. Y de verdad que me entristece y preocupa sentirte tan vulnerable.

Los capítulos de nuestra historia fueron maravillosos. De verdad que me hacen falta. Extraño a la Pal con la que rompo la mesa del desayunador o con la que hice el amor en Luxe Fifth Avenue, o la que me amaba cuando no le daba flojera.

Esa que gritaba sin importar que las vecinas  se mojaran o la envidiaran. Esa que se despedía en la central de tren o en el aeropuerto siempre con la promesa de regresar.

Te quiero, flaca, te quiero mucho Violetta R. Schmidt

Besos

Tu Diablo

Enviado desde mi oficina móvil BlackBerry® de Telcel”…

 

Muy despacio cerré mi computadora portátil. Pese a que hacía casi 10 años que no veía a Román Villa, cada que estaba en una encrucijada de “amor” o como en esta primera ocasión en lo que yo llamaba un “juego a dos tableros” me daba por escribirle. Sí, me daba por llamar al Diablo, contarle que “estaba con el cerebro revuelto o triste”. Nunca le daba detalles.

… Con el cerebro revuelto. Y triste. Así me hallaba ese viernes por la noche en la que un mensaje cuyo contenido único era “Diablo, me siento triste”, recibió esa vasta respuesta. Un email que me pareció realmente emotivo. Román me seguía recordando como a su Violetta. Siempre le gustó llamarme igual que al personaje que hizo famoso a Xavier Velasco. Confieso que me encantaba que el “Diablo” me llamara Violetta: Violetta R. Schmidt.

Terminé de leer (otra vez) el último párrafo del mail de Román Villa y cerré de nuevo mi Mac Book Air… Y la abrí de nuevo. Leí el mail una, dos, tres… un sinnúmero de veces… Sollozaba, suspiraba, berreaba… sonreía… le daba otro sorbo a mi copa de Château Pape Clément (no llevaba ni 4 sorbos y yo ya me sentía mareada: mi único alimento de ese día había sido un café y un bocado de tarta Normande, había tenido mucho trabajo en la oficina y ni tiempo para tomar una ensalada).

Me acomodaba la t-shirt de color rosa chicle con la firma de Calvin Klein impresa al frente, jugaba con el resorte de mi petite coulotte del mismo color y misma marca… me abrazaba yo misma… reía un poquito… le daba otro sorbo a mi tinto y empezaba a reír más fuertecito… la risa nerviosa se agudizaba cada vez más y más hasta transformarse en carcajada… Ni siquiera podía percatarme que la calefacción estaba apagada y que mis largas piernas estaban heladas. Me espiaba en el espejo de cuerpo entero que se hallaba en la habitación y veía que mis pómulos se habían ruborizado.

Mi risa era consecuencia de los recuerdos. Recordaba la primera vez que había salido con Román Villa, la primera vez  que me había besuqueado con él… aïe… el recuerdo de Román era opacado por mi tristeza de esa noche. Recordaba a quien había apodado ‘Batman’… mi enmascarado parisino, mi enmascarado de « Ciudad no Gótica… Batman.

« ¡¡¡ Hijo de su reputísima torre de Babel!!!”, pensé antes de tomar valor y dar otro sorbo a mi copa de vino tinto.

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Guapa y ligera: alimentos contra la retención de líquidos

A muchas nos ha ocurrido al menos alguna vez. Sí, sí, justo esas mañanas en las que hace mucho calor y amanecemos con las manos, piernas, pies o abdomen ¡hinchados! En serio… ¡¡Horror!! Dan ganas de ponerse a berrear. 

Lo peor es cuando una se sube a la báscula… ¡A veces hasta un kilo de más! ¡Y sin haber pecado! #toinggg… En ese momento quisiéramos que fuera día feriado para no ir a trabajar o que un hada madrina apareciera y con dos movimientos de varita mágica, hiciera que la hinchazón desapareciera…

Lamentablemente eso no ocurre y tenemos que salir de casa con esa gran molestia. Con el maldito kilote, la panza y las piernas hinchadas. Oh my Dior!!!

Les juro, sí me ha ocurrido. Y estoy segura que a todas, chicas. ¿ La que diga que ‘no’, que aviente el primer bolso.

Bien. Si lo han aceptado y se desesperan igual que yo cuando eso les llega a pasar, calma… Respiren… Pese a que existen muchos factores que causan este problema, la mayor de las veces, se trata de retención de líquidos. Sí, ya sea porque se acerca nuestro periodo menstrual, ya sea por estrés laboral, o tal vez porque la noche anterior nos tomamos un par de drinks o nos pasamos con el salero y la carne roja. O hasta por falta de consumo de suficiente agua… O, por las altas temperaturas. Así que tranquilas. Que la retención de líquidos es un problema que podemos combatir en un dos por tres. ¿Cómo? Consumiendo los alimentos y bebidas idóneos. Alimentos que en verdad parecen haber sido creados por un hada madrina.

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La noche que la pasión y el deseo traicionaron al amor

«El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo, sino como acto, lo repite sin saber. Lo repite sin saber naturalmente, que lo repite», Sigmund Freud. 
Dedicado a todos los que cometen el mismo y el mismo y el mismo… y el mismo error…

           🍒🍒🍒

El sonido del timbre me pareció agresivo para ser más de media noche.  Todos los parisinos “bien” en la colonia bien en la que vivo, seguro dormían… Y si no, al menos ruido no hacían.  Abrí la puerta de un golpe.

–        Bonjour – dijo con sobriedad digna de un desconocido.

-Shhhh…- le dije poniendo mi índice de la mano izquierda sobre los labios.

Ahí estaba otra vez. Parado frente a mí, sin mirar mi cuerpo cubierto por un vestido vaporoso de color negro que contrastaba con estampados de flores de colores vivos colocados en sitios estratégicos. Atuendo de sábado relajado, chic… Me había enfundado en aquel vestido rápidamente después de una la ducha nocturna que había tomado tras una sesión de cardio.

El vestidito era lo suficientemente corto, como para apenas cubrirme las nalgas y mostrar mis piernas largas,  herencia de la autora de mis días. Pero también era suficientemente largo para dejar que la imaginación de mi superhéroe trabajara. Sin embargo, su mirar azul se fijaba sobre mis ojos casi negros.

–        DESIGUAL – dijo sonriendo.

–        ¿Y cómo sabes que mi vestido es de DESIGUAL? – respondí mientras con una mano lo jalaba del antebrazo para dirigirlo a la habitación blanca. La única a la que el súper héroe tiene derecho a pasar en el apartamento. Con mi mano izquierda, tiraba hacia abajo mi vestido zancón de la marca española, como tratando de alargarlo para que el enmascarado no me viera la culotte.

Mientras lo hacía seguirme, me pregunté cómo había hecho el hombre de mirar azul para analizar mi atuendo viendo solo mis ojos. Es bien cierto que la discreción es una de sus cualidades.

Había llegado enmascarado, como se debe. Como buen súper héroe… Sin reparos, sin protocolos  lo despojé de su máscara. Después de todo, hacía meses que yo conocía la identidad de mi Batman.   Sacó su instrumental y comenzó a hacer lo propio… ¿Yo? Me perdí en mis pensamientos…

Veintidós años mayor que yo… Un metro ochenta y tres de estatura y… y… ok, ok, tal vez para alguna otra mujer no era un clon de Batman y tal vez para alguna otra no tenía más fuerte que su papel de superhéroe de la que llamaremos ‘Ciudad No Gótica’. Es más, mis amigos que sabían la existencia del maduro superhéroe lo veían como si fuera el mismísimo Diablo.

“Stop… Párale ya de hablar de ese señor… Nena, ya, stop”… “Un señor de esa edad no es interesante para ti… No… Carajo, mírate, eres una Diosa… No tienes por qué andar pensando en los señores… Imagínate, aparte ha de ser casado, con hijos y enamoradísimo de la esposa”… “Ay, Pal… Bueno,  es que el don ni para echar relajo… No va a aguantar”… “Déjenla, le gusta el señor, y el señor a lo mejor está contento, a lo mejor está entusiasmado »… “¡Cállate, Medhli, deja de apoyar ese gusto de PAL… Cállate o llegando a la casa te voy a dar unos cabronazos… Los señores más grandes, no! ¡Yo concuerdo que a lo mejor hasta casado es!”… “Pal, Pal, basta… Tú lo bloqueas. Punto. Ese señor no es interesante para ti…Pal, piensa en ti… tú tan bonita… no lo puedo concebir, no de ti Pal…  »… son algunas de las frases que escuchaba cuando mi amigo Dante soltaba el chisme de que me gustaba al que yo llamaba el “enmascarado de Ciudad No Gótica”… Justo pensaba en eso cuando un piquete en el dedo pulgar de la mano izquierda me hizo volver al planeta Tierra. El superhéroe ya había terminado de hacer su trabajo.

–        ¿Te duele? – dijo una vez que terminó de curar mi dedo pulgar izquierdo, en el cual me había hecho daño minutos atrás con un cuchillo recién afilado, al intentar cortar el limón que serviría para mi agua détox de la noche.

– Habrá que poner el refuerzo de la vacuna contra el tétanos… y te voy a agregar un gel antibiótico- dijo mientras terminaba de llenar la prescripción.

–        No… No me duele – dije aguantándome el dolor.

Tanto Philippe como yo (así se llama el enmascarado) tratábamos de guardar la compostura… Hacia dos meses que no nos veíamos. Hacia uno que yo no respondía a sus saludos vía mensajes de texto. Le ofrecí una copa de vino rosado, de Corsa, domaine Terra Vecchia. Sorprendentemente lo aceptó.

Como siempre hablamos de todo y nada… hablamos de México, de Sinaloa… … de la boda en Culiacan en la que años atrás conocí a mi “amor tranquilo “, de las crisis de la madre de mi “amor tranquilo”, de mis ausencias en casa a causa de los viajes laborales… de las ausencias de mi amor tranquilo a causa de sus viajes, también profesionales y más recurrentes,  dignos de un experto  en la aeronáutica… Volvimos a hacer un comentario sobre la habitación blanca. La única a la que él  tenía acceso de todo el apartamento y a la que paradójicamente nadie más podía entrar. La habitación estaba dedicada a mis sesiones en videoconferencias con la doctora Smilovichi.

Como siempre que acudía a casa en calidad de superhéroe, Philippe permanecía sentado en el extremo derecho del largo sillón de tres plazas… y como siempre, también, de forma automática me tumbé a lo largo del sillón blanco a modo de que mis pies quedaban justo sobre sus muslos… como siempre, comenzó a jugar con los dedos de mis pies… y como nunca, jugué con él con mis pies. Tomaba impulso con mis caderas y me empujaba hacia adelante. El movimiento estratégico permitía que mis pies se metieran cuál intrusos por debajo de su camisa… que se salieran de su camisa y de un golpe pasaran por su cuello. Seguíamos charlando de todo y nada. De anécdotas banales. Y de otras no tan banales.

De la nada, dejé de juguetear y posé los pies de nuevo sobre sus muslos… le lancé el tubo de mi crema para la piel, misma que por azar se hallaba en la mesita de centro.

– ¿Me ayudas?, le dije. Sin preguntar qué hacer, abrió la crema con olor a paraíso, a algodón de azúcar. Colocó un poco de lo que más que crema parecía una suave crema chantilly rosada entre sus manos y comenzó a tartinar mis piernas, gustoso. Deslizaba sus dedos, sus palmas despacio, recorría cada centímetro de la pantorrilla… Levanté la pierna derecha. Y la dejé al aire para dejarlo tartinar la crema en todo el cuádriceps. Una vez que Philippe terminó, bajé la la pierna para realizar la misma acción con la izquierda.

 

« Y de repente nos dejamos arrastrar. Tu piel sobre mi piel sin formas que guardar. Y todo alrededor a punto de estallar… Inevitable, incontrolable, me tocas y empiezo a volar.Y nunca se acaba el deseo, me muero por repetir »… La canción de Philippo Neviani que se reproducía desde el iPhone de la sala se alcanzaba a escuchar hasta la habitación blanca. 

– Merci,- Dije quitándole la deliciosa crema, creación de la casa Yves Saint Laurent. – Creo que bebo muy rápido – remarqué al tiempo que miraba mi copa que se hallaba en la mesita, casi vacía.

-No, no. Yo bebo despacio- respondió tratando de guardar la compostura.

-¿Has visto el brazalete de mi pie? Tiene una cereza… al ladito del broche…

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