Posts Tagged ‘Confesiones en tacones’

Pretty Woman a la Mexicana: cuando se trabaja con la piel

Lo acepto. Soy culpable. Pese a que soy amante y practicante del periodismo rosa (moda, belleza, gastronomía, bienestar), confieso que de vez en cuando extraño la adrenalina que me provocaba realizar reportajes y entrevistas que ponían en peligro mi integridad. #ploc! #quefuerte!

No Nunca he ido detrás de un violador o de un fabricante de fraudes. No, tampoco me he inmiscuido en temas policiacos. Muchos menos he creído que mi papel de periodista me permite convertirme en juez o en Ministerio Público. No, no.

Sin embargo, puedo “presumir” que me he metido en líos y sitios inimaginables (sí, como la ocasión que busqué empleo de teibolera… y me lo dieron) para obtener una buena entrevista o una buena historia.

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Honor y amor a quien honor y amor merece

Dedicado también a todos los que se han ido en estos tiempos del que llamaremos «el virus, Amarse Negativo».

 

¡Mi tío Nico tenía chispa! Se enojaba, se encontentaba. Tenía unas puntadas inimaginables…  como conectar una grabadorcita minúscula con un cable de dos metros para que llegara al enchufe. Jugaba fútbol, pero fumaba, unos días lacio, otros días con unos chinitos. Siempre con una chispa. Sí, ¡mi tío Nico tenía chispa! Le decía “Chata” a su esposa, en vez de decirle “querida” o “amada”… se peleaba con mi abuelito y de rato se encontentaba. Decía que tenía que preparar 500 flanes para poderse librar de la tarea de cuidar a mi Mamá… “Jajaja, a mi mamá ya se le va el avión”, dijo un día ahogado en risa, cuando Marikita contaba una anécdota y a media historia todo se le empezó a olvidar… 

Apreciaba y quería a todos sus sobrinos, a su modo… me acuerdo que un 6 de enero llegó al patio de Bolsena 46. A la casa de los abuelos. Llegó cargando cajota de regalo… una caja inmensa.  

– “¡¿Qué es, tío? ¿Qué es?!”, – gritaban varios de mis primos con emoción. 

– ¡Nadaaa! ¡Nadaaa! – respondió muy enojado… le daba vergüenza decir que la cajota no era un regalo de Reyes. ¡Eran sus cosas! Su “Chata” lo había corrido de su casa en un arranque de ira… obvio… en unas semanas todo se arregló. Como todo.

La cajota de regalo, la grabadorcita con el cable kilométrico, sus gritos de euforia cuando le emocionaba alguna noticia… Sus sus flanes, su tienda, el gran amor por sus hijos, su sonrisa pícara… sus cantos cuando se ponía hasta las chanclas… todo eso se queda en nuestros corazones… Conmigo se enojaba, pero siempre reconoció mi empeño por querer salir adelante. Cuando era niña, bordó mi nombre en mi short de mezclilla. Me enseñó a vender gelatinas, me compró gelatinas… me enseñó a negociar, me compró dulces, se rió muchas veces conmigo, se encabronó muchas veces conmigo… nos encontentábamos, nos volvíamos a enojar, muchas veces nos dejamos de hablar, pero nunca me hizo un desprecio. Me dijo muchas veces que me admiraba… me dijo muchas veces que me esforzara…

¡Mi tío Nico tenía chispa! Que descanse tranquilo mi tío Nico, que ya está con Víctor, mi Mamita, mi Nicolás de amor y todos los que están allá.

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La niña de fuego… en realidad era de cristal

No más terrazas para echar el drink, ¿museos? Tampoco… ¿Salas de cine? Ni soñando. Ni siquiera las salitas de sillones rojos e incómodos con pantallitas retros de las que me quejaba tanto… ¡No, señores!… El Covid-19 ha puesto on hold a la vida cultural y social.

Ahora el bar es en casa, las recetas del sitio Marmiton, el Termomix, la bendición de Dior y mi sazón han sustituido a mis chefs favoritos de los restaurantes franceses en los que me deleitaba los fines de semana…

Ver una peli en casa se ha vuelto una actividad tan cotidiana que en un momento dado se convierte en una acción más agria que beber un jugo de toronja por la mañana… Las salidas entre amigos se han ido por el retrete. La incertidumbre se ríe de todos y se frota las manos… Debemos permanecer en casa. En casa. En casa para cuidarnos del virus. El orgasmo del día, señores,  es salir a la oficina. El único sitio en el que se puede socializar un poco en París, la ciudad más bella del mundo, la ciudad que actualmente deprime y llora la ausencia de mundo.

Sin embargo, los que aún tenemos capacidad de asombro, los que queremos vivir pese al Covid, seguimos haciendo de París una ciudad mágica. Seguimos honrando a la vida consintiéndola con ideas que también son mágicas.

Transformamos la casa en bar (los viernes por la noche suelo vestirme como para una cita e improviso el bar en casa, o el restaurante… a veces hasta en teatro… ),  en  cabaret, en gimnasio, en ¡cine! Sí, en cine…

Hace unos días transformamos precisamente uns parte de la casa en sala de cine de arte… No es difícil hacerlo en un gran apartamento estilo haussmanniano que tiene rinconcitos que parecen escenarios de película de Pedro Almódovar…. Fue el cuarto de planchado llamado también «el cuarto de Linda” (la señora  portuguesa que viene cada miércoles a hacer el quehacer y planchar a la casa) el que se convirtió en una sala de cine. Asientos incómodos en color rojo, pantalla retro, olor a recuerdos… Palomitas de olla y sodas en lata era lo que ofertaba la modesta dulcería que improvisamos en la chimenea del “cuarto de Linda”.

Aunque pudiese parecer extraño, el sitio me volvió loquita. La emoción y el asombro recorrieron todo mi ser. Me sentía atrapada en el pasado.

El olor a palomitas me hicieron recordar mi niñez, cuando Mi Papá me llevaba al cine y yo siempre me quedaba dormida o lloraba porque me aburría (cuando no tiraba todas las palomitas para después llorar con el objetivo de obtener otro paquete).

Sin embargo, aquel escenario viejo, semi vacío y con olor a ropa limpia perdió el protagonismo cuando las luces se apagaron. Los 10 minutos de publicidad pasaron y el filme comenzó. “La niña de fuego”, una película española de Carlos Vermut era la oferta que acudí a ver esa noche de martes.Ver la aquel drama al que Pedro Almodóvar describió como “La revelación española del siglo”y que fue aclamada en el último festival de Cannes, me emocionaba más que mis botas con punta de “ojo de pescado” en color rojo  Calvin Klein que portaba esa noche (y que causaron sensación y envidia de las mujeres que se toparon conmigo en Boulevard Haussmann).

Bien. No voy a contarles toooodala trama esta deliciosa película que se estrenó en 2014 en su país de origen y que en 2016 formó parte del festival de cine de arte extranjero en Francia. Sin embargo, para nos ser egoísta, voy a darles una probadita.

Luis (Luis Bermejo) es un profesor de literatura (culto, con muchos principios y una educación envidiable). Luis está desempleado y ha cambiado el traje de profesor respetable y pulcro por bermudas, huaraches y barba descuidada.

Su hija de 12 años, Alicia (Lucía Pollán) tiene cáncer terminal. El sueño de la pequeña es tener el vestido oficial (de diseñador) y la varita mágica (también de diseñador) de la serie japonesa de dibujos animados «Mágical Girl Yukiko”. El elevado precio de ambos accesorios (27 mil euros) llevaría a Luis a hacer cosas inimaginables por cumplir el deseo de su pequeña.

Cuando el catedrático está a punto de robar una joyería; por azares del destino conoce a Bárbara (Barbara Leni), una mujer realmente hermosa, blanca y de larga cabellera, imponente, de mirada penetrante, caminar elegante (digno de una pantera negra) y cuerpo de diosa.

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‘Doctor, tómese un café conmigo’… Cuando me enamoré de Iron Man con bata blanca

Louise Lane se enamoró del sexy y aguerrido Superman… Mary Jean cayó redondita en las redes de Spiderman… Gatúbela, pese a sus reflejos felinos y gran intelecto, adoraba al depresivo, loco, raro e intrigante Batman… Vesper y las otras chicas Bond se derretían por el dinámico James… Y así… cada superhéroe tiene su eterna enamorada.

Bellas mujeres que, pese a su independencia, autonomía, poderes femeninos, sexto sentido y demás… tienen un punto en común que las vuelve vulnerables ante sus adorados hombres: todas ellas ven en sus respectivos terroncitos de azúcar a un héroe que les salvó la vida. A ese ser que les llegó a salvar la piel en una o más ocasiones. Ese hombre viril y protector para lo que nada es imposible. Ese modelo «ideal». Y además, esas onditas del misterio, la química y las feromonas, juegan un papel realmente importante a la hora de la idealización, la cual no es propiedad exclusiva de cómics o películas de Marvel.

No, queridos. En la vida real existen muchas historias en las que se vive el efecto del «charming» del Superhéroe sobre la bella y guapa chica. ¡Les juro! Ésta no tiene que ser la típica protagonista de telenovela mexicana o venezolana… ¡En serio! Las mujeres profesionistas y profesionales que formamos parte de la vida activa, nos lucimos en tacones por la calle y nos sentimos poderosas al sacar los billetes (o la Amex… American Express… #toing!) para pagar ese fabuloso par de zapatos o esa cena entre amigas… Nosotras, quienes presumimos independencia y criticamos a las princesas de Disney (en mi caso no, al contrario, Disney y las princesas de sus cuentos me acompañaron durante mi niñez, y no me da vergüenza decirlo), nosotras, quienes conducimos solas en ciudades de alto riesgo, quienes reclamamos equidad y un largo etcétera… En fin, nosotras… Caemos, señoritas. Les juro… Caemos. Al menos, una vez… O un par de veces (hay quienes han caído decenas de veces), hemos caído, en las manos de un superhéroe, quien se convierte en nuestro ídolo, nuestro salvador y hasta amor platónico…

Sí. Lo confieso. A mí me pasó. Yo tuve un superhéroe y un enamoramiento y hasta idolatría  que duró algunas semanas… ¿Quién era mi superhéroe? El doctor que me extirpó el apéndice… #ploc Aunque no lo crean… El doctor que me operó del apéndice se convirtió en mi superhéroe… Ya era un súper héroe… Y eso que no existía aún el Covid-19. Aquí les cuento la historia:

Era el año 2013, enero justititoto…  Yo estaba en la ciudad de México, tranquila (bueno, con la adrenalina y la chispa que siempre me acompañan), trabajando. En ese tiempo trabajaba para la sociedad Yahoo! en Español, como editora en jefa de la sección de moda y editora de soft news (actualmente, sigo escribiendo para Expansión con quienes fueron mis colégas de Yahoo!, desde Francia…  Me encanta. Sorry, no podía dejar de hacer mención).

Bueno, pues era justo la mañana de la segunda semana de enero, chic@s.  Muy, muy temprano. Y yo, enfundada en un vestido muy ejecutivo en color borgogne,  con escote de infarto y tacones en color borgogne con filos dorados… Y agarrándome del chongo con una mujer en Starbucks (donde pasaba de vez en cuando por mi capuccino pecador antes de ir a la oficina)… ¿El motivo? La persona había tratado de meter la mano en mi bolso… En fin… Le dije unas cuantas cosas a la mujer, tomé mi café que ya estaba listo (y adicionado con vainilla… Yomiii) y seguí mi camino… Al salir de Starbucks y dirigirme caminando a la oficina, la cual quedaba a 4 calles de la cafetería… Comencé a sentir un dolor en el estómago que no era TE-RRI-BLE, sino lo que le sigue. Y no era precisamente el estómago, sino casi al final de lado derecho… Apenas di el primer sorbo a mi café y ¡no bueeenooo! Parecía que me habían dado un golpe con un resorte… Empecé a transpirar en frío… ¡Horrible, chic@s! Así, cañón.

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El hombre que usaba calzones guindas

Cuando somos adolescentes hacemos cosas realmente locas y divertidas. Más si creemos estar enamoradas. ¿Quién no llegó a marcar el número de su amor platónico solo para escuchar la voz y después colgar? ¿Quién no ha marcado a algún locutor de radio para pedir y dedicar una canción a ese galán al que no se atreve a decirle que le gusta? ¿Quién no envió una carta de amor anónima en su adolescencia?» La chica que nunca lo hizo durante su etapa de secundaria y bachillerato, que aviente la primera cartera.

Esta señorita entaconada no es la excepción. Les confieso que yo también llegué a hacer bromas telefónicas, dedicar canciones de amor (sin la necesidad de un locutor de por medio), a enviar cartas anónimas y hasta regalos sexies. #quéfuerte! Y no para un amor platónico. ¡Y no lo hice sola! No, no.  Lo hice con una de mis mejores amigas, a quien llamaré Sandra. Y no. No éramos adolescentes, ambas ya teníamos 23 añitos, una carrera profesional terminada, un trabajo y cuentas por pagar. Pero, al fin mujeres locas con almas de niñas… #quépapelón!

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El viejito de alma negra y su fiesta Swinger… #ploc

“Y un viejo me invita, ‘chica ven a verme’… Y le digo no me caen los viejos raaaabos verdes”…¿Quién no recuerda la canción de Selena? Sí, ‘El chico del apartamento 512’. Sí, chicos. Esa rolita en la que la desaparecida artista contaba que estaba enamoradísima de su vecino, y en la que también cuenta de otros vecinos que la seguían por el edificio, entre ellos, un viejito verde.

¡Ay!, esos viejitos verdes. Digooo, no es por tirarles mala onda, pero… De que los hay, ¡los hay! ¿Si o no que sí? No sé ustedes, pero a mí me han tocado dos que tres señores ya grandes con mentalidad de adolescente que tratan de conquistar chicas… Y bueno… En ocasiones, sus almas no son de adolescentes.  Sino que tienen un alma más negra que mis botas nuevas de rock star.

Confieso que hace unos años –hace seis años para ser exacta- me tocó conocer a uno, al cual al día de hoy, mis amigos cercanos y yo lo recordamos como “El viejito de alma negra”.¡Qué papelón! Pero, chicos, creo que la historia del “viejito de alma negra” merece ser contada, pues fue realmente un episodio fuerte, de terror, embarazoso, ¡de miedo! Pero a la vez (ahora que lo recuerdo) chusco y divertido.

Bien, les cuento:

Hace unos años, además de mi trabajo como periodista en un afamado diario, trabajada como free lance –lo cual nunca he dejado de hacer, me encanta- para una que otra revista de soft news y para una pequeña, pero muy profesional agencia de fotografía publicitaría especializada en temas de moda.

En esa pequeñita y mona agencia de publi también trabajaba como free lance un fotógrafo muy famoso y al cual mi directora creativa de ese entonces, llamaba en ocasiones para que me acompañara a algún evento o coctel, pues la agencia tenía su sitio de Internet en el que se publicaban pequeños artículos sobre el trabajo que se realizaba en la agencia, así como las reuniones y fiestas a las que acudíamos los redactores creativos y diseñadores. También llegábamos a hacer reportajes sobre temas específicos, pues uno de los proyectos que la dueña tenía a futuro era el de crear una revista.

Bien, pues la función del fotógrafo, a quien llamaré “Rolando” era la de tomar las mejores fotos para acompañar mis artículos para el sitio de la agencia.

Puedo decir que Rolando era (y es) un fotógrafo de lujo. Sus excelentes fotos y exposiciones le han dado una fama a escala internacional. Premios, nombramientos, autobiografías, publicadas, todo eso tenía Rolando.Les juro. Y es que realmente es una persona muy reconocida por su talento y trayectoria.

El día que lo conocí me cayó sueperbien. Tan amable, educado, ‘indefenso’… Era como un abuelo de cuento de hadas. Sí, de esos señores tiernos que cuentan historias a sus nietos a la hora de ir a la cama. No, no, no. Un pan de Dior! 

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Amores platónicos… amores eternos

“Todo el día solamente pienso en él, y segura estoy que ya lo ha de saber… Mis amigas juran que esto no es normal, que es un sueño lejos de la realidad. Ando en otro mundo no tengo coco ni para estudiar… Es cuestión de tiempo, ¡yo se que un día tú mío serás!”…

Aunque lo parece, no se trata de una declaración de amor… Buenooo, casi… Es una canción. “Corazón” es el título. #laniñacursi Si reconocen la letra es porque conocieron a la cantante mexicana Lynda. Una chica espigada, de cabellos largos  y voz lindísima que arrasaba con su fama y su música cuando yo era adolescente y comenzaba el bachillerato.

La Pal de ese entonces no usaba tacones de 12 centímetros de altura. Mucho menos tacones de Animal Print. Más bien usaba Convers… Tampoco se alaciaba el cabello. ¡No! Tampoco pesaba 48 kilos. Más bien era llenita, llenita y nunca faltaba a sus clases. Era una alumna ejemplar y se traumaba si no sacaba 10 en alguna materia.

Sí. Perfeccionista con la escuela (y hay cosas que conservo. ¡Muchas! Me sigo traumando cuando algo no me sale bien. Creo que soy muy exigente conmigo misma) y ¡supertímida! Oh my Dior! #fuertesdeclaraciones

Tan, pero tan tímida que solo tenía dos amigas: Daysi y Anahí. Ambas superdelgadas y blancas, blancas, como la leche.

Daysi, Anahí y yo éramos inseparables. Desde el primer día de clases, comencé a hablar con ellas y ambas se volvieron mis amigas entrañables (aún guardo contacto con ambas y las quiero muchísimo, pese a que cada una de nosotras vive en un país diferente y no hablemos diario).

Aunque también eran tímidas, mis dos amigas hablaban un poquito más con el resto de nuestro grupo de primer semestre de bachillerato. Digo, ellas se saludaban con algunas personas (eso ya era ganancia porque yo… ni eso. ¡Les juroooo! ¡Yo era tan tímida que no me atrevía a saludar a nadie aparte de Daysi y Anahí… OK, sí, a los profesores. Esos sí, todos me conocían. Ploc!).

Pues esta chaparrita de 1.62 m y 48 kilos… ¡No! En serio. Yo no hablaba con nadie, aparte de los profesores, Daysi y Anahí… Ellas eran mis confidentes, mis consejeras, mis compañeras. Mi confianza la depositaba en ellas. Les contaba todo. Ellas fueron (claro) las primeras en saber que yo me moría por un chico de sexto semestre, a quién llamaré ‘Arturo Torres’.

Bueno, pues Arturo Torres era lo contrario a Paloma López. Alto, delgado, malísimo estudiante (muy inteligente, pero la escuela le valía), jugador de futbol americano y sociable. Sí. Arturo Torres siempre estaba rodeado de amigas y amigos. Se vestía súper chic (para mi gusto) y usaba el cabello largo. ¡Cuando lo vi por primera vez me volví loquita!

“No es tan guapo, pero tiene un no sé qué”, fue lo que les dije a mis amigas la primera vez que me atreví a señalárselos y a confesarles que me gustaba alguien de la escuela.

“No es tan guapo, pero tiene un no-sé-qué. Y me pongo roja si me llega a ver… Siempre me aparezco por casualidad donde me diga que tú vas a estar”, comenzó a cantar mi amiga Daysi.

  • ¡Cierto! Es arase está en una estrofa de la canción de Lynda- dije mientras sentía como se teñían de rojo mis mejillas.

“¡Ay, ya, Paloma, vamos a hablarle!”, era lo que siempre me decía mi amiga Daysi, la menos tímida de todas, cada que veíamos a quien desde ese día le pusimos como sobre nombre “el guapo”.

Y es que desde el día de mi confesión, Ni mis amigas ni yo dejamos de seguirlo con la mirada. Cada que teníamos un descanso entre clases nos íbamos a parar al patio, justo frente a la jardinera en al que él y sus amigos se la pasaba casi toooda la tarde. ¡Diario! #balconazo #sinperdóndeDior

Era ya un ritual. Así. Les juro. Hora de break y “vamos a ver al guapo” era la frase que si no salía de la boca de Ana, salía de la de Day o de la mía.

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