“Tu es trop belle, mais vraiment tropp belle”… Depuis quand tu es en France? C’est pas trop dur le français? Et pour quoi la France?”… Algún parecido con la realidad, NO es una coincidencia.
***
«Tan, tan, tan, tarara… Tan, tan, tan, tarará… Iba yo montado en el autobús, arrebusnao en mi silla, viendo la vida pasarrrr… por la ventaniiiiilla. Una gota de cristal… ¡Ohhhh, ma-má!, como anunciando la lluvia… Gritos de perros, que infernal. Ohhhhh, mamááá. Es la ciudad con su buya »…
La canción de Óscar de León suena fuertísima en el club de baile en el que me encuentro enfundada en un vestido corto/plisado y con uno de mis pares de tacones de de aguja preferidos. Después de pensarlo mucho, he aceptado la propuesta de un chico que desde hace un rato no deja de lucirse en la pista. Además de saberse buen bailarín, pareciera que se siente un casanova.
“Déjame decirte que estás guapísima, realmente guapísima… ¿Hace mucho que estás en Francia?… ¿De vacaciones o por el trabajo? ¿Casada con un francés?… ¿Por qué elegiste la Francia para vivir? ¿Latina?… ¿Vamos a mi depa al final de la velada? ”…
Elías no pierde ni un segundo y lanza todas la frases una vez que logró sacarme a bailar. Estamos en un sitio ubicado en una de las calles de Montparnasse. La Pachanga, se llama el antro en el que los amazonas del baile se dejan ver.
Elías ha comenzado con el “tu es trop belle” (estás guapísima) para después preguntarme si hace mucho que vivo en Francia o que si solo estoy de vacaciones en París… Cuando le confieso que soy latina, asegura que soy colombiana. Y que le doy un aire a Shakira. Siempre me habla en inglés. Fuera del repetitivo « tu es trooop belle”, no hay otra frase que Elías lance en francés ni en español.
(« Hasta que me sacóde mi ensimismación el aroma sensual de fina loción. Y es que a mi lado se vino a sentar una chica de pe-lo ma-rrón, eh!!! »).
“Mexicana”, digo orgullosa, en el momento en el que me toma del talle y me hace girar rápidamente. . “La chica del pelo marrón” es la pieza que bailamos.
Una vez que Elías ha confirmado que soy latina, vuelve al asecho. Me pregunta en qué parte de la Isla de Francia vivo. Cuando le respondo que es en Versailles se queda atónito. Me dice que debo venir de una familia de narcos o estar casada con un francés pudiente y moldeable para vivir en la colonia en la que vivo y poder salir sola a bailar.
“En realidad yo trabajo. Y no, mis papás no son narcos. Tampoco estoy casada con un francés rico y moldeable, como tú me lo dices”, el tono de mi voz comienza a elevarse. Es seco. Mi acento en inglés muy marcado.
(« Ella me ha hechizado, ella me me embrujó con esa forma de mirar ese parpadeo de ella que me hace suspirar. Ahora voy a trabajar… Oh, mamá, quiero que el reloj reduzca La jornada laboral… ¡Oh, mamá!, para salir en su busqueda »).
Elías se disculpa y pese a sus dotes de buen bailarín, su destreza con los pies desaparece y casi se cae. Su brazo derecho se enreda en mis largos cabellos lisos y su rodilla pega con la mía. Se vuelve a disculpar y a decirme que yo soy “troppppp beeeeelle”.
Mi paciencia al límite y el súper bailarín de salsa pierde cada vez más dotes. “Tu es tropppp belle”, insiste. Mi paciencia está por terminarse, al igual que la pieza musical.
Me da otra vuelta digna de bailarín profesional y mi vestido corto y plisado gira igual que mi silueta, se levanta y deja ver un poco mi ropa interior. Sin embargo, a estas alturas, no es eso lo que más me preocupa, sino que los clichés a veces pueden ir más lejos de lo que uno piensa.
Terminamos de bailar la canción y Elías me acompaña a mi mesa, donde mi grupo de amigos ya se ha instalado con cóctel en mano.
– “Tu es troppp belle”-, se repite Elías.
– Ya sé-, le respondo de forma seca. Aunque dentro de mí me estoy riendo de estrés, de enojo y un poco porque sé que el chico no es malvado. Es torpe.
– ¿Intercambiamos nuestros números o quieres que entremos juntos al terminar la velada? ¿Tu casa o la mía? ”- insiste el bailarín de 10 con cero dotes para seducir a una mujer. Dos de mis amigos se levanta para reaccionar, pero con mi mano le hago señas para que me dejen tranquila.
– Las dos: tú a la tuya y yo a la mía- respondo al chico con cuerpo de rugby man en un francés perfecto (con acento latino, claro).
– ¿Hablas francés? – dice sorprendido.
– Claro que habla francés – dice una voz que reconozco en seguida. Me doy la vuelta y veo que Xav ha llegado.
“Yo debo decir que tu novia, esposa, ella es troooooppp belle”, dice Elías, quien comienza a retroceder poco a poco hasta perderse entre la gran fila de la barra.
Xavier saluda a mi grupo de amigos, quienes rápidamente me preguntan que si todo está bien.
Les digo que sí, que estoy acostumbrada a los típicos tópicos que se viven en los clubs de baile latino en París. Xavier me toma por la cintura y me saluda por fin con un dulce beso. Es entonces cuando reafirmo que él no es igual que los otros. Además de mi físico o mis orígenes, él siempre buscó saber quién soy yo. Nunca me preguntó por qué me mudé a Francia. Nunca pensó que el cliché de “latina caliente” era completamente cierto. Nunca me llamó «extranjera», por respeto.
Pienso en eso cuando Xav osa a invitarme a bailar. Es otra salsa lo que suena. Pese a que Xavier no es muy buen bailarín (no conoce mucho los pasos, pero aprende copiando a los otros), camina conmigo a la pista con mucha seguridad. Me da vueltas, los brazos se le enredan en mi cabello, casi me pisa, me río, se ríe, me habla del brunch al que estamos invitados mañana.
Me pregunta por el nuevo proyecto de mi trabajo. Por el curso que tomo los sábados. También me pregunta si he terminado el nuevo libro de Freud que compré. Me pregunta si me han gustado las rosas rojas que me dio esta mañana. Me pregunta si quiero que vayamos por otro cóctel cuando termine la canción. Me habla un poco del próximo viaje que haré. Me propone llevarme a casa al terminar la velada. Así es Xav. No busca impresionar como Elías. Sus hechos hablan màs que simples palabars o bonitas piruetas para ligar.
Xavier se enamoró de mí por ser yo y nadie más que yo. Buscó conquistarme día a día. Y no precisamente en una pista de baile, valiéndose de frases repetitivas, “Clichés y Tonterías”.
@palomalopez.life
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