“No puedo pensar en ninguna necesidad en la infancia tan fuerte como la necesidad de la protección de un padre”, Sigmund Freud.
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« My love has got no money, he’s got his strong beliefs. My love has got no power, he’s got his strong beliefs. My love has got no fame, he’s got his strong beliefs. My love has got no money, he’s got his strong beliefs… Freed from desire… mind and senses purified, freed from desire », la canción de la artista Gala retumbaba en los muros de la Arena Paris Sud, situado en Porte de Versailles. Era el 9 de agosto de 2024 y tras una semana un poco particular, Yo comenzaba mis vacaciones de verano asistiendo a la competencia final de halterofilia femenil. Sí, en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Egipto, Rusia, Nigeria, Ecuador, Colombia, Estados Unidos, Francia… Las mejores contendían por el oro en la categoría de 71 kilogramos. La batalla comenzó a las 19:30 Hrs. Ni más ni menos. Trás dar cada una de ellas lo mejor de sí en el pódium, fue la estadounidense Olivia Reeves quien se llevó a casa la medalla de oro, levantando 262 kilogramos.
La plata fue para la colombiana Mari Leivis Sánchez con 257 kilogramos; mientras que el bronce fue para Ecuador, con 256 kilogramos.
Ver a una Olivia Reeves llorar tras haber mostrado un rostro imperturbable durante la prueba de arranque y envión, me llenó de conmoción. Esa campeona, desconocida en apariencia, así como sus homologas de otros países, me hizo pensar y comprender aún más a mi persona más importante y más querida : Miguel Ángel López Rojas, un hombre que desde muy joven se inició a la halterofilia, su pasión.
– Diríamos que dura solo unos segundos, pero hay que pensar en tooooodo el trabajo que hay detrás de esta competencia. Son horas de entrenamiento, de preparación-, interrumpía mi amigo Eduardo mi flash back, quien al mismo tiempo fotografiaba y aplaudía a Reeves y a sus homologas. Ellas posaban para la foto, mordiendo sus respectivas medallas.
– Es cierto, Edouardo. Es una cuestión no solo de fuerza y rapidez física. La concentración, la fuerza y capacidad mental que se debe tener, mucha disciplina… Es realmente un deporte que no cualquiera puede practicar – respondí mientras pensaba en Miguel Ángel, orgullosa.
Fue en esa competencia de los Juegos Olímpicos (JO) en las que no eran hombres, sino mujeres las que daban todos sus esfuerzos, la que me transportó a años atrás, esos años en los que mi Mamá María (mi Mamá, mi Mamita) y mi abuelito Nicolás me mostraban fotos y medallas del pesista Miguel Ángel López.
Camagüey, Panamá, Venezuela, Nicaragua, Guatemala, Costa Rica… Estudios en Cuba, los panamericanos… los viajes eran sin césar. Desde 1968, Miguel Ángel y uno de sus hermanos, Sergio, su consentido, no dejaban de viajar. Se entrenaban en el Comité Olímpico de 09H00 a 14H00. La escuela era por la tarde.
Un régimen alimentario súper vigilado, calidad de sueño también súper vigilada. Todo estaba cronometrado para los hermanos López Rojas. Tanta disciplina y empeño los llevó a competir en las grandes ligas. Miguel Ángel en panamericanos y Sergio, el más joven, fue seleccionado para las Olimpiadas en 1976. Antes del día esperado, Sergio falleció en un accidente automovilístico. Fue un 8 de octubre, Mamita lo esperaba para la cena. Lo que llegó fue la mala noticia. Cuenta la “leyenda” que “raramente”, los frenos del carro de Sergio no funcionaron. La “leyenda” también habla de mafia, de envidias, de venganzas… No puedo decir nada al respecto. Todo ocurrió añísimos antes de que yo naciera. Las “leyendas” eran secretos que se deslizaban como “sin querer” de las bocas conocidos y amantes de la intriga.
Es por eso que conocí y conozco la historia de Sergio y Miguel Ángel de a pedacitos. Y esos pedacitos tienen muchos filtros. La gente de antes así era. Discreta.
Mamita y mi abuelito Nicolás siempre orgullosos de Sergio y Miguel Ángel. Y creo que desde la estrella en la que viven ahora, siguen orgullosos de sus hijos. Siguen contando las historias de gloria deportiva de ellos, así como las glorias de sus otro ocho hijos.
A Miguel Ángel no le gusta mucho hablar de ello. Es un hombre muy hermético. Pero lo que observo desde que tengo uso de razón es que la halterofilia sigue siendo su pasión. Con 75 años que tiene actualmente, tiene la satisfacción de haber llevado una hermosa carrera como deportista. Todas esas bases le dieron plusvalía durante sus 30 años como entrenador entregado a sus alumnos y persona ejemplar en su profesión. Disciplinado, aguerrido, fuerte, con temple. Así es él.
Miguel Ángel guarda siempre en su corazón a su hermano Sergio. No por nada, mi hermano lleva el mismo nombre, el cual porta muy bien. Mi hermano Sergio es como Miguel Ángel: un guerrero, un campeón.
Miguel Ángel me enseñó que un guerrero, un campeón, no necesita de artificios ni de cosas que brillan para sobresalir. Me enseñó que la joya más grande que un ser humano puede tener es el temple, la ambición y las ganas de hacer las cosas, las ganas de salir adelante. Su porte. Su personalidad. Su corazón. Sus propias batallas. Sus propios éxitos. Su familia. Todo lo demás son adornos.
Lo que Miguel Ángel me explicaba con muchos filtros, fue lo que el pasado 9 de agosto pude constatar de un deporte tan hermoso como la halterofilia : trabajar duro y ser discreto, tener fuerza y control mental son capacidades que no todo mundo logra desarrollar.
Olivia Reeves y sus homologas mostraron que ellas forman parte de esos seres aguerridos en este deporte que requiere de tanto temple y fuerte personalidad. Gracias.
Ese viernes 9 de agosto también di las gracias a mi amigo Eduardo por haber compartido conmigo en la final de un deporte tan magnifico que me hizo comprender más a Miguel Ángel López Rojas: mi Papá.
Miguel Ángel López, un hombre del que siempre estaré orgullosa.
Doy gracias al universo por haberme dado como Papá a un hombre digno del Olimpo. ¡Un hombre de campeonato! #Paris2024 ❤️🍒
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