“De tus vulnerabilidades saldrá tu fuerza”, Sigmund Freud.
Dedicada a un « Ferrari » y a todos los que aún creen en la amistad y en el amor.
🍒🍒🍒
«No puedo más. Verte me hace bien, pero me hace mal. No sé explicar por qué… Et… c’est tout! (Y eso es todo). ¡Toma! Éste es el regalo del adiós», tras su discurso desconcertante, Rodrigo pone entre mis manos una pequeña caja roja, tan sofisticada como el nuevo par de zapatos que porto.
Creo que son dos segundos los que me toma abrir la cajita y observar la maravilla que se halla entre mis manos, el mismo tiempo que le ha tomado a Rod desaparecer entre el tumulto, cual David Copperfield.
Lo que minutos antes para mi era una velada glamour en una terraza cosy de Champs Elysées, se ha convertido en una pesadilla.
Miro a la izquierda, y veo la iluminada Drugstore llena de gente que se divierte con cocktailes en mano y música electro, giro hacia la derecha y veo el imponente Arco del Triunfo, otro giro más para hacer una vista panorámica de la tan célebre avenida llena de tiendas, bares, restaurantes, joyerías, historia, glamour. Vuelvo a voltear en dirección Arco del Triunfo y veo a Rod correr como si lo persiguiera su madre. Acelero el paso, acelero más, y más y más. Entre más acelero, menos pienso en mi nuevo par de Jimmy Choo y en mi vestido veraniego que enmarca mi silueta y muestra toda mi espalda. Me olvido por completo de lo que hasta esa mañana consideraba unos zapatos irremplazables y comienzo a correr. Corro tan rápido que llego a sentirme Franka Potente en el film de Corre Lola, Corre.
Corro, corro, corro. Paso por Louis Vuitton, Lafayette, Sandro, Dior… veo a lo lejos a mi también llamado «nounours», sigue corriendo, huyendo del ser perturbante en el que me convertido esta noche.
Mi «nounours» toma la entrada de la estación del metro Charles de Gaulle Étoile, corre con las manos por delante, entrelazadas, de repente las separa para «aletear» (acto involuntario). Aunque falto de técnica, corre con una agilidad indescriptible. Cualquiera de los que se dicen «normales» quisieran tener esa gracia y habilidad para salir corriendo con el propósito de cambiarse las ideas, de no pensar en ése « algo» que Rod no sabe describir. Escapar de un sentimiento que no sabe «gestionar» (le encanta esa palabra, como otras que los « normales» no suelen usar en la vida cotidiana). De un sentimiento que no acepta solo porque sus allegados le dijeron que « alguien como él, con su « síndrome », solo puede tener muchos amigos y NADA MÁS ».
Rod pasa los torniquetes sin mirar atrás y continúa su camino. Lo miro desde las escaleras del metro que comienzo a bajar de forma olímpica. A esta hora, ya me importan sorbete mis tacones irremplazables. Rod huye de sus emociones, huye para no comprender qué es lo que le pasa, huye porque no halla la forma de expresar lo que siente.
Casi llego a los torniquetes, busco mi tarjeta de transporte (en París, hasta el más fashion se mueve en metro), acelero aún más el paso, escucho que uno de mis tacones truena. Golpe seco. Rodilla hecha trizas, como el corazón de Rod, quien ha desaparecido sin siquiera enterarse de mi tragedia. Él vive una propia.
Miro la pantalla estrellada de mi iPhone, gente alrededor y una tipa de SOS que llega con la pretensiòn y aires de grandeza que caracteriza a muchos médicos de urgencias.
Camilla, enfermeros para transportarme a la ambulancia con luces rojas y azules giratorias (Rodrigo no podria con ellas, demasiao perturbantes para mi amigo Asperger).
Pido al enfermero que me deje usar mi téléfono roto. Marco una, dos, tres, cuatro veces. Rod no responde. Está herido porque esta noche le dije que yo no creo más en el amor. Ya debe estar en casa remendando su corazón, sin saber que mi rodilla, y mi alma, también están sangrando.
Paso tres meses en terapia y otros en reeducación de rodilla (cero fractura, sólo el golpe y la hinchazón, por fortuna).
Paso meses pensando en la primera vez que vi a Rod: una boda glam en Valle de Bravo, México; donde sin querer rompió los vasos de su mesa, asustó a una mesera al saludarla e intimidó a la novia con sus preguntas espontáneas. Paso tres meses pensando en cómo Rod toma mi mano izquierda cuando conduce su auto, esperando que le haga cariñitos en su cabeza. Paso tres meses pensando en la vez que le di un bofetón a la marroquina que trató de aprovecharse de su generosidad. Paso tres meses pensando en el gusto que me da cuando toca a mi puerta con una orquídea entre las manos y tres rosas rojas. «Sé que te gustan las rosas, pero se van a morir porque ya están arrancadas…por eso solo tres y… es todo. Ok? a lo mejor te puedo parecer raro, pero más bien soy pragmático. Una orquídea que va a durar más tiempo y vas a poderla consentir con agua y vitaminas una vez por semana», dice. Paso noches sin dormir, pensando en las veces que fui desagradable o fría con él. En las veces que me desesperé por no comprenderlo. Paso días y noches extrañándolo. Éste sola o acompañada.
Paso casi tres meses a pies descalzos y trabajando vía remota. Llamo a Rod y solo escucho su voz registrada en el contestador.
Le dejo mensajes de voz en los que le recuerdo nuestra velada en Le Ciel de Paris con la vista magnifica de la Ciudad Luz. Le envío un video en el que le estoy enseñando a bailar Bad Romance de Lady Gaga mientras nos emborrachamos con una caja de champagne que ganamos en un concurso karaoke.
Le envío vía WhatsApp el video en donde estamos en La Baule-Escoublac. Bailamos una canción de Enrique Iglesias en una fiesta al aire libre. Pero Rodrigo no contesta. 🙁
Van cuatro meses y sigo monologueando con su contestador. Entonces le cuento lo que ocurrió la noche del «regalo del adiós», cuando huyó en Champs Elysées. Le cuento que me caí por correr en tacones de aguja (no me atrevo a decirle que lo seguí), en un último mensaje le digo que él me motiva a hacer muchas cosas que me han convertido en una mejor persona.
Una hora más tarde, la pantalla de mi nuevo iPhone me anuncia una llamada de Rod.
«¿Paloma? Te hiciste mucho mal?, ¿te duele tu rodilla? », es la primera frase que escucho.
Le digo que en dos meses podré usar tacones y que desde hace 6 semanas puedo ir a la oficina y que usar balerinas con outfits chics no està tan mal.
« Oooookay… Fais attention à toi, Paloma. Bisou! », cuelga sin decir más.
Dos dias después, 5 minutos antes de salir de la oficina, la recepcionista me anuncia que hay un tipo « raro, que habla sin mirar a la gente a los ojos ». Ella dice que el « tipo que no es normal» me espera en la sala de visitas.
– Hey, Estella, ¡de cerca nadie es normal!- respondo a la recepcionista.
Me dirijo al sitio con gracia (mi rodilla ya está casi como nueva). Y ahí está. Rod, se levanta de su asiento y se dirige a mí con su sonrisa de niño. Sus ojos azules brillan.
Me pregunta si estoy bien y le muestro que mi rodilla ya està casi perfecta. Me dice que yo soy «simplemente, perfecta. Y punto. C’est tout ».
Me pregunta si yo sé qué es lo que siente desde hace meses, porque él no lo sabe. Me reclama mis malos desplantes del pasado. Le reprocho los suyos. Me dice que hay algo que le oprime el pecho, pero que no sabe qué es y que no sabe cómo comportarse. Me pregunta por qué no creo en el amor y me deja sin palabras. Nos pedimos perdón y nos perdonamos mutuamente.
Me pregunta por qué à él no lo apodo «Batman» ni «Superman». Me pregunta si eso se debe al hecho de que es autista.
– Si no tienes el sobrenombre de un protagonista de cómic o película es porque tú eres un hombre sin filtros. Un verdadero súper héroe. Un hombre sincero. Los hombres sinceros no necesitan esconderse detrás de una mascara o una profesión para sentirse o ser valorizados – le respondo con toda sinceridad.
«Oooookayyy… Tengo una cosa para ti», dispara al ver que me he quedado en silencio.
Me entrega una caja y al abrirla veo el mismo par de Jimmy Choo que masacré durante lo que se convirtió en nuestra noche triste en Champs Elysées.
«Es el mismo modelo que llevabas en esa noche, en tu talla, 38, peroooo, Paloma, por favor, yo te aconsejo que los uses solo cuando salgamos en auto. Cuando no estés conmigo, un hombre grande que te sabe cuidar, es mejor que uses unos Convers o tus Jordan. Ls chicas no deben correr en tacones», me dice con una voz de robot.
Quedo atónita y confirmo que además de ser perfectamente trilingüe, súper fuerte en política y finanzas, tiene una memoria fotográfica.
– Ya va a ser de noche. ¿Vamos a un rooftop para ver como se alumbra la Torre Eiffel? Eso te gusta.
– ¡Sí, sí, vamos! – le digo.
– Y, ¿me puedo terminar tu kir royal? – me pregunta.
– Sí, pero no muy rápido – le digo- Despacito.
– OK, eh, ¿Paloma? Por cierto… El regalo del adiós no es un regalo del adiós. Es un regalo que tú mereces. Y… ¿sabes qué me dijo mi psiquiatra el otro día?
– Nop. ¿Qué te dijo tu psiquiatra el otro día?
– Buenooo. Le pregunté qué es el amor. Y me respondió que el amor somos tú y yo.
Me estiro y lo abrazo fuerte. Siento mucha paz. Mi nounours, un mec sans filtres, esconde su cara tierna entre mis largos cabellos. Cierra sus ojos verde-azules y permanece así varios minutos. Es entonces cuando me doy cuenta que un par de tacones es siempre reemplazable, lo cual no ocurre nunca con un regalo cósmico.
#HappyBirthday 🧸🍒
Sígueme :
@palomalopez.life
Escríbeme :
pal@paloma.life